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Cartas Hebdomadarias

Señor don

FRANCISCO GONZÁLEZ BOCANEGRA.

Autor de la Letra de nuestro Himno Nacional.

Rotonda de los Hombres Ilustres.

Muy estimable don Francisco:

A lo mejor te molestas y si no tú, tu prima y esposa Guadalupe, quien fue, según la anécdota, la que te encerró en una pieza aislada de la casa número 6 de la calle de Santa Clara (hoy Tacuba), cuando en 1853 se publicó la convocatoria “para la composición de un canto verdaderamente patriótico que pudiera llegar a ser constantemente el Himno Nacional” en el que tú no querías participar, “negándose a abrir la puerta mientras no hubiera recibido, por debajo de ella la composición tuya que iría al concurso”, según cuenta Eulalio M. Ortega Serralde, tu bisnieto.

Mes más, mes menos, de aquello hace 151 años y como encerrado no tenías mejor cosa qué hacer, nos hiciste el Himno Nacional que, desde entonces nos trae aprestando el acero de un cañón y la brida de fogoso caballo, de los que luego, en la Revolución, quedaríamos hartos. Será por eso que ahora todos los mexicanos cuando dejan de andar a pie pasan, de golpe, a los automóviles, aunque estén para tirarlos.

El asunto es éste, mi estimado don Francisco: que el mundo ha cambiado tanto y nuestro vecino más, si esto es posible que, en estos momentos, por más caballos y cañones que aprestáramos, tendríamos que pensarlo dos veces antes de intentar poner a retemblar la tierra.

Así que, a ver si tu querida Lupita te encierra nuevamente para que cambies de nuestro himno tu primer cuarteta y en lugar de lo que en ella aconsejas, nos aconsejas ahora entrarle al trabajo con ganas y si el cielo hasta nos viene dando un soldado en cada mexicano, que comience a darnos verdaderos y apasionados trabajadores, que son los que pueden cambiar este México cada día con más pobres y desocupados por mexicanos convencidos de que el trabajo constante es el único capaz de sacarnos del hoyo a donde nos siguen llevando nuestros guías desde 1970. Y que quienes los explotan, comiencen a ayudarlos para entre todos hacer posible ese destino que “por el dedo de Dios se escribió”, que ya es tiempo.

Si lo puedes hacer, hazlo. Si no, tú verás, que yo no te puedo encerrar en un cuarto, como Lupita, sólo volverte a tu sueño eterno, que es lo que hago.

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