JEREMY BENTHAM.
Londres, G. B.
Si no recuerdo mal, naciste inglés y londinense y viviste 84 años, de 1748 a 1832. Fuiste filósofo y político y tu moral se basaba en el cálculo del placer en relación con el dolor. Fundaste la escuela utilitaria de moral y política. Refiréndose a las leyes, asambleas e instituciones de tu tiempo preguntabas cada que venía al caso que para qué servían, con lo que traías locos a tus paisanos.
Confiabas en los déspotas ilustres y eso me hizo recordarte, pues acabo de ver en la tele la película “Catalina La Grande”, que era una de tus más admiradas. Expresabas tu desaprobación por los “Derechos del Hombre”, por lo que te adelantaste al nacer, pues de haber sido contemporáneo de Bush hubieras hecho muy buenas migas con él. Fue tu paisano, el economista James Mill el que te hizo poner los pies en el suelo, convenciéndote de que únicamente por el sufragio universal eran posibles los cambios utilitarios que deseabas. Creías que todas las instituciones habían de fomentar “la mayor felicidad de la mayoría de los individuos” y la mayor parte de tus partidarios se inclinaron por adoptar el punto de vista de que la mayoría es la más indicada para decidir en qué forma puede alcanzarse para todos la mayor felicidad.
Ejerciste una gran influencia en tu país gracias a tus escritos y a tu conversación, pues fuiste un gran conversador. Entre tus obras prácticas la que destaca fue tu modelo de cárcel, que permitía al guardián jefe observar simultáneamente a todos los presos desde un punto central. Por este invento verdaderamente extraordinario, del que jamás se hizo uso, recibiste de tu Gobierno veinte mil libras esterlinas, lo que quiere decir que, por aquellos tiempos tu país andaba bien. Tu invento simbolizaba tu manera de abordar a la humanidad. A pesar de tus principios democráticos creías que los filósofos utilitarios debían supervisar la vida de todo ciudadano y tus partidarios obraron con esta creencia en el Parlamento reformado, cuando rehicieron un aspecto de la vida tras otro. Ninguno como tú ha contribuido tanto a dar forma a la vida moderna; tu pensamiento y tus sugerencias prácticas forjaron la civilización europea contemporánea.
Tuvieras más lectores, si no fuera porque constantemente inventabas nuevos términos, lo cual hace difícil leer tus escritos.
De todas maneras tu memoria ha sobrevivido, en el University College de tu ciudad conservan en un armario una especie de escultura que te hicieron. Como de eso no te diste cuenta, a lo mejor te cae de sorpresa y te preguntarás, ¿y eso por qué? Y no te lo puedo decir, más que nada porque esa es una de las ochenta y tres mil cosas que no me interesa saber.
Si te molestó que te recordara échale la culpa a tu admirada Catalina La Grande, que fue, como te digo, quien hizo posible el recuerdo. Vuelve a tu descanso seguro de que, al menos en tu país, en Francia, en España y aquí de chiripa, sigues siendo recordado.