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Cartas Hebdomadarias

EMILIO HERRERA

VICTOR MARIE HUGO.

París, Francia.

Pediste a tus paisanos que te oyeran. Les dijiste: “Escuchad la voz del poeta, / escuchad al soñador sagrado”. Y, como te lo creíste, te lo creyeron, no sólo ellos, todo el mundo por cierto tiempo.

A tus padres les daba por andar de las greñas, así que no tuviste una infancia que podamos decir feliz, por eso creciste con la convicción de que ser amado es la suprema felicidad, razón que me hizo recordarte mientras celebrábamos el “Día del Amor y la Amistad”.

No te anduviste por las ramas y en la primera oportunidad declaraste tu ambición como escritor: no ser un escritor cualquiera sino un Chateaubriand al menos y de allí para arriba.

En 1827 iniciaste la cruzada del romanticismo en Francia, para demostrar que “el objeto del arte moderno no es la belleza sino la vida”. “Nuestra Señora de París” la escribiste en 1831 y cien años después, año más año menos, vimos aquí, en el Teatro Princesa la película hollywoodense protagonizada por Lon Chaney.

Siendo no sólo escritor sino, también, orador, no podías escapar a la política y te metiste en ella.

Declaraste tu oposición a Napoleón III y excitaste a las tropas contra él en 1851. En 52 fuiste desterrado a las islas del Canal, donde escribiste “Los Miserables”. En el 70 regresaste triunfal a Francia donde, a partir de entonces y por el resto de tu vida, fuiste considerado como una institución nacional, convirtiéndote en el ídolo de la literatura.

Fuiste en vida una mezcla extraña de mezquindad y extravagancia, de prudencia y osadía, de imaginación y de falta de sentimientos. En verso o en prosa demuestras en lo mejor de tu obra, clarividencia e intuición romántica: “El mar nunca dice lo que se propone hacer. En este abismo hay de todo, incluso trapacería. Podría decirse que el mar abriga designios; avanza y retrocede, propone y se retracta, prepara una borrasca y después abandona sus planes, promete destrucción y no cumple su palabra. Amenaza al norte y embiste al sur”.

Swinburne, el poeta británico, dijo de ti que “nadie te había aventajado en sublimidad de espíritu, en espontaneidad de lenguaje, en variedad de vigor y en perfección de trabajo...”.

Dicen que Lloyd George, el ministro británico llevaba siempre con él, a donde quiera que fuese, un ejemplar de “Los Miserables”. Hoy, acaso se te aprecia menos, pero, de vez en cuando se te recuerda. Así que sigue siendo romántico, el mundo, más tarde o más temprano volverá a buscarte.

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