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Cartas Hebdomadarias

EMILIO HERRERA

PUBLIO ELIO ADRIANO BAIA,

NÁPOLES, ITALIA.

Naciste en Roma. Tus padres fueron Elio Adriano y Domicia Paulina, españoles por los cuatro costados que vinieron a mi memoria por el terrorismo actual que ha hecho víctima a su patria.

Cuando tú les naciste vivían en Adria, Italia, de donde a ti te vino el nombre y luego se lo diste incluso al mar Adriático.

Quién sabe qué hubiera sido de tu vida de haber ellos, tus padres, con la suya; pero, los perdiste y quedaste bajo la tutela de Trajano, que unos años después llegó a emperador. Ya en esas circunstancias te inclinaste a las bellas artes. Porque el destino así lo quiso, o para asegurártelo, porque tampoco eras tonto, te casaste con Julia Sabina, sobrina de Trajano y, como hoy también sucede, de inmediato te llovieron diversos puestos importantes en la administración que desempeñaste con eficacia, hasta eso.

Eran los tiempos en que se creía que el poder podía distribuirse entre dos o más y ejercerlo ambos al mismo tiempo. Pero, no. Afortunadamente Nerva, que era el otro, muere y Trajano queda como amo y señor.

Tú fuiste entonces tribuno en Germania, lo que te lleva a los campos de batalla de Dacia y de Panonia. Luego gobernaste Siria y, al fin, ni te la creías, Trajano te adopta como su heredero. En ese año muere Trajano y menos ter la crees, llegas a emperador a los cuarenta años y pico.

No te vuelas: haces la paz con algunos vencidos por Trajano que te quedaban lejos, más allá del Éufrates y te dedicas a hacer una labor que te hace ganarte el amor de tu gobernador y el título de Padre de la Patria (para que se enteren nuestros diputados y gobernantes que, a nosotros, sólo nos despelucan). Reformas, proteges a desvalidos, prohíbes los sacrificios humanos, recorres las provincias haciendo mejoras.

Por el contrario, sí, te tocó perseguir a los cristianos, fuiste acusado de libertinaje y hasta de envenenar a tu mujer, pero eso, creo yo, más que tuyos fueron crímenes del tiempo, en cambio los crímenes de nuestros políticos son de pura codicia, única y exclusivamente codicia, avidez de lana sin más, sin ponerse a pensar lo que la patria y sus pobres necesitan lo que se roban ellos.

Y bueno, sólo quería decirte que como gobernante me caes bien.

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