SEÑOR
JUAN ALVAREZ
Caudillo Suriano.
Soldado de la Independencia
y la Reforma
Te escribo esta carta porque, parece que a ti, general y presidente
nuestro, como al coronel de Gabo, nadie le escribe. Los historiadores como
que te olvidan. No que no te mencionen, más lo hacen con tal parquedad,
que es lo mismo. Y no que no hayas hecho cosas, ¡vaya si las hiciste!, sobre
todo las que había qué hacer, pero no has tenido la suerte de tener un buen
biógrafo. Fuiste probo además, virtud no frecuente entre nuestros
poderosos.
Naciste en el barrio de la Tachuela, del pueblo de Santa María de la
Concepción hace 214 años, en un enero como éste, en los límites del Estado
de Guerrero. Fueron tus padres, Antonio Álvarez, español compostelano, y
Rafaela Hurtado, mestiza originaria del puerto de Acapulco. Ya crecidito, tus
padres te enviaron a México para que hicieras tu instrucción primaria, y de
allá regresaste en 1807 con motivo de la muerte de tu padre, cuando apenas
estudiabas tercer año de primaria y cumplías los17 de edad. Entre efectivo,
alhajas, fincas urbanas y terrenos agrícolas recibiste una herencia calculada
en treinta mil pesos, que no era baba de perico, pero que tu tutor, paisano
de tu padre, te birló lindamente.
Escogiste la carrera militar. Cuando Morelos pasó por tu pueblo,
sentaste plaza en su pequeño ejército, así que para 1810 ya eras soldado
raso en la escolta del generalísimo. Con el caudillo creciste y te fuiste
haciendo militar de prestigio. En el 14 te derrota Armijo. Te retiraste a la
sierra donde permaneciste varios años sosteniendo una lucha de guerrillas,
aunque vivías una vida de pobreza extrema. Así te casaste con Faustina
Benítez, madre de tu hijo Diego.Te llegaron a conocer con el nombre de “El
gallego.”
Para el 19 ya eras Comandante Militar de Zacatula. Más tarde ocupaste
Tecpan y allí mantienes a raya al enemigo con Galena en el fuerte de
Acapulco. En esas andabas cuando te sorprende el Plan de Iguala, en el que
intervienes para lograr su ejecución y consumar la independencia del país.
Pides tu retiro del ejército, que se te niega recibiendo, en cambio, el
nombramiento de Comandante Militar de la Plaza de Acapulco y Gobernador
del Fuerte de San Diego. Al proclamarse emperador Agustín de Iturbide, le
escribes a un amigo: “No puedo estar conforme conque en mi patria haya
un trono; cuando he dado mi sangre por derrocar al que existía” , y en
compañía de Bravo y Guerrero empuñan las armas nuevamente en defensa
de la República.
En 1830, traicionado el Presidente Guerrero por Bustamante,
enarbolas la bandera de la legalidad. Del 30 al 40 intervienes en diversos
acontecimientos militares, siempre del lado de las fuerzas republicanas, de
las ideas liberales y del sistema federalista. El título que más te satisfacía era
el que te llamaba “Soldado de la Independencia”
En 1849 cuando la parte sur del Estado de México se eleva a la
categoría de Estado con el nombre de Guerrero, fuiste su primer
Gobernador Interino primero, luego constitucional, y se te declaró después
Benemérito del Estado en grado heroico.
En 1854 fue proclamado el Plan de Ayutla y se te confirmó como jefe
del ejército restaurador de la libertad. Todas las clases sociales se dieron de
alta en tu ejército que acabaría con el régimen de Santa Anna. Fuiste
Presidente de la República un par de meses y días. A Manuel Doblado le
Diriges una carta que decía en parte: “Pobre entré en la presidencia y pobre
salgo de ella; pero con la satisfacción de que no pesa sobre mí la censura
pública, porque dedicado desde mi más tierna edad al trabajo personal, sé
manejar el arado para mantener a mi familia sin necesidad de los puestos
públicos donde otros se enriquecen con ultraje de la orfandad y de la miseria. . .”
El propio Benito Juárez te recomendaba a sus amigos para que se guiasen
por tus consejos.
Hombre sin instrucción sistemática, te educaste en las más severas
disciplinas y te distinguiste en ellas.
Hoy me he permitido perturbar tu sueño porque considero que
mexicanos como tú no deben de ser olvidados del todo por nuestra patria,
pues siguen siendo un ejemplo. Dispensa, pues, mi general presidente,
vuelve a tu descanso. Te lo mereces.