“Libertad es el derecho de vivir sin hipocresía”.
José Martí
Un grupo de ciudadanos muy respetados e importantes organizaciones de la industria turística nacional se han unido para expresar, en un desplegado de prensa, su oposición a la creación de casinos en nuestro país. El desplegado busca influir sobre el Congreso en un momento en que éste considera un proyecto de nueva Ley Federal de Juegos con Apuestas y Sorteos. Mi posición es exactamente la contraria a la de este distinguido grupo.
Estoy convencido de que los legisladores deben actuar de manera decisiva, pero para liberalizar la práctica del juego. Mi razón es de orden ético: el Estado no tiene derecho a legislar la moral de nadie. Son muchas sus responsabilidades y bastante mal las está desempeñando, como para que dedique tiempo y esfuerzo a impedir relaciones consensuales entre adultos que no dañan a terceros. La moral debe ser un empeño individual.
Es perfectamente respetable que alguien decida no apostar, pero esto no le da derecho a imponerle su decisión a alguien más. Si una persona quiere apostar, ése es también su derecho.
El Estado no tiene porqué inmiscuirse. A partir de 1938 el Gobierno mexicano o algunos individuos que ocupaban cargos públicos importantes, decidieron que su moral era mejor que la de los demás, lo cual les daba derecho a imponerla al resto de los gobernados. Pero esto fue una inaceptable violación a la libertad individual. Como cualquier otro esfuerzo por legislar en contra de la naturaleza humana, la prohibición a las apuestas en nuestro país se ha convertido con el tiempo en un abierto acto de hipocresía.
Si en México está prohibido el juego, ¿por qué dejamos que operen la Lotería Nacional y Pronósticos Deportivos? ¿Por qué no cerramos a la fuerza los hipódromos y los centros de apuestas o books? ¿Por qué es legal la instalación de un casino todos los años en la Feria de San Marcos en Aguascalientes? ¿Por qué dejamos que la gente juegue en los palenques que se instalan en tantos lugares de nuestro país? ¿Por qué no mandamos destacamentos de policías a arrestar a la gente que se atreve a jugar cartas o dominó en sus hogares? ¿Por qué no impedimos que los mexicanos viajen a Las Vegas o a los casinos indios de California?
La verdad es que no respetamos la prohibición de apostar porque en nuestro interior sabemos que es injusta. Uno de los argumentos que más se utilizan para coartar la libertad de jugar es el que plantea que un determinado porcentaje de las personas que apuestan se vuelven jugadores compulsivos.
Pero si este argumento es válido, habría que prohibir muchas otras actividades y productos. Por ejemplo, un porcentaje de las personas que compran medicinas, como barbitúricos o anfetaminas, hacen mal uso de ellas: habría, pues, que prohibir las medicinas. Un porcentaje de las personas que consumen bebidas fermentadas o destiladas se vuelven alcohólicas: habría, así, que prohibir las bebidas alcohólicas. Un porcentaje de las personas que compran vehículos de motor les dan mal uso o tienen accidentes: habría, pues, que prohibir la venta de automóviles. Un porcentaje de los aviones que se fabrican se usan como armas terroristas: habría, así, que prohibir la fabricación de aviones.
La verdad es que toda actividad y todo producto implican riesgos, los cuales no justifican su prohibición.
Un argumento que se ha usado para mantener la prohibición de los casinos es que éstos, por sí solos, no generarán una gran bonanza turística. Pero nunca nadie lo ha pretendido. Es evidente que los casinos sólo pueden ser parte de una oferta diversificada en instalaciones turísticas y de diversión en un país moderno como el nuestro. Y sin embargo, no hay duda de que la apertura de casinos permitirá que una parte del mercado mexicano de apuestas, que actualmente se va a Estados Unidos o se mantiene en la clandestinidad en nuestro territorio, se quede en México de manera regulada y genere actividad económica y empleos. Me doy cuenta que estos empleos no les importan a los distinguidos ciudadanos que se oponen al juego, porque todos tienen una situación económica solvente, pero para millones de mexicanos que buscan desesperadamente trabajo, sí son importantes. El tema del juego y de los casinos, sin embargo, no debe resolverse con argumentos utilitarios. El problema es ético. El Estado simplemente no tiene derecho a prohibir actividades consensuales entre adultos que no dañen a terceros.
Éste es un principio fundamental de la libertad humana que se está violando en nuestro país.
Huelga
Nuevamente está en huelga la planta de Volkswagen en Puebla. Ya las instalaciones operaban sólo cuatro días a la semana en un mercado difícil. El sindicato parece empeñado en destruir esta fábrica, que ha venido funcionando desde 1967.
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