Algunos expertos ven cierta esperanza en las elecciones planeadas para enero.
AP
IRAK, BAGDAD.- La carnicería en Fallujah, las explosiones de Bagdad y la lucha por la vida en Irak dominan los titulares que alimentan la información mundial en estos días, mientras los expertos se preocupan por el deterioro paulatino de la situación en ese país ocupado.
Recientes estudios efectuados por auditores oficiales, observadores extraoficiales, economistas, abogados, encuestadores, politólogos y ex asistentes del Pentágono han visto algunos indicios positivos y cierta medida de esperanza en las elecciones planeadas para enero. Pero a la vez se han topado con afanes frustrados, temores crecientes, plazos incumplidos, dinero mal administrado y planes truncos.
Dada la extrema inestabilidad de Irak “se plantean interrogantes sobre las opciones y planes de contingencia que se puedan estar desarrollando para hacer frente a los desafíos presentes y futuros”, observa la Oficina de Contaduría del Gobierno (GAO, por sus siglas en inglés) en un informe al Congreso.
Anthony Cordesman es más categórico. En muchos sentidos la ocupación estadounidense de Irak ha sido “un fracaso rotundo”, dice este veterano analista de seguridad nacional.
Sus colegas en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés) en Washington -en un análisis separado de 102 páginas- concluyen que Irak “no será un ‘éxito’ por mucho tiempo”.
La Associated Press, (AP), revisó una docena de informes mientras continúa la violencia en Bagdad y se endurece la retórica en Washington. Los estudios fueron conducidos por agencias gubernamentales y organizaciones de investigación estadounidenses e internacionales privadas, en algunos casos después de meses de trabajo y cientos de entrevistas dentro de Irak.
Una y otra vez, resaltan lo que el Grupo de Crisis Internacionales (ICG, por sus siglas en inglés) llama “el círculo vicioso” de Irak.
“La falta de seguridad conduce a la falta de reconstrucción, lo que lleva a la falta de trabajos y a su vez nuevamente a la falta de seguridad”, advierte el ICG, con sede en Europa.
Quizá un 60 por ciento de los iraquíes no tienen empleo. Sin trabajo, más iraquíes apelan a la resistencia armada por resentimiento hacia los ocupantes y a veces por dinero. Los insurgentes pagan hasta 100 dólares a quien ataca una patrulla estadounidense, dice el CSIS.
La seguridad se ha deteriorado verticalmente desde la invasión estadounidense-británica en marzo de 2003. Los iraquíes la palpan, ven y oyen a su alrededor: en las explosiones, secuestros, bandidaje e implacables ataques con morteros, cohetes y explosivos carreteros a los militares estadounidenses. De un puñado por día a mediados de 2003, los ataques han ascendido a un promedio superior a los 70 en septiembre.
El informe de la GAO, “Reconstruyendo Irak”, describe la situación:
“Los blancos de los insurgentes se expandieron... El grupo de insurgentes aumentó... Las áreas de inestabilidad crecieron” desde Fallujah y el centro de Irak hasta Mosul en el norte y Najaf y Basora en el sur.
Mientras tanto, el total de militares estadounidenses muertos ha superado los 1,100 y los heridos más de siete mil. En septiembre las muertes de estadounidenses promediaban tres por día. Cada vez más, el Gobierno interino iraquí apoyado por Estados Unidos es también un blanco. Se calcula que han matado a unos 800 policías iraquíes.
Los civiles son las mayores víctimas. El Instituto Brookings de Washington observa que los cálculos extraoficiales estiman de 13,000 a 30,000 civiles muertos por actos de guerra desde la invasión, tanto por la coalición ocupante como por la resistencia y los terroristas. No hay cálculo confiable de insurgentes muertos.
Los estudios, emitidos entre junio y septiembre, sugieren que dos medidas tomadas por el Gobierno de George W. Bush el año pasado alimentaron la insurgencia: el desbande del Ejército iraquí de 400,000 efectivos y el despojo de empleos -algunos en el Gobierno- a unos 30,000 miembros del Partido Baath del régimen depuesto.
“La abrupta conclusión de los medios de sustento de esos hombres creó una vasta población de hombres humillados, enfrentados y politizados”, dice Faleh Jabar, del Instituto de Paz en Estados Unidos. “Serios errores políticos”, concluye Carl Conetta, del Proyecto sobre Alternativas para la Defensa con sede en Boston.
Después que se fue intensificando la guerra de guerrillas, los estadounidenses cancelaron en abril el retiro previsto de algunos soldados y decidieron mantener una fuerza de 138,000 en Irak al menos hasta 2006. “¿Cuántos soldados más, de fuerzas estadounidenses o multinacionales, harán falta si sigue deteriorándose la situación?”, se pregunta la GAO.
Ese deterioro ha hecho más que causar muertes. También ha paralizado gran parte del esfuerzo estadounidense por reconstruir una sociedad incapacitada por guerras y sanciones de las Naciones Unidas.
“Ni siquiera podemos salir de la Zona Verde”, se lamentó un funcionario de reconstrucción a los entrevistadores del ICG, refiriéndose al enclave parapetado donde los ocupantes tienen su cuartel general.
Aun en esas oficinas improvisadas en la Zona Verde, los estadounidenses han tenido problemas, encontraron los auditores de Washington.
La administración de la ocupación, que se convirtió en una embajada en junio, generalmente ha tenido unos dos tercios del personal que necesitaba, dice la GAO. Y muchos de los que están no tienen las calificaciones requeridas.
Auditores independientes descubrieron, por ejemplo, que los estadounidenses administraban un fondo de 600 millones de dólares, con dinero del mismo Irak, con escasos controles y responsabilidades. El inspector general de la ocupación determinó que el 67 por ciento de un grupo de contratos de compras tenía documentación incompleta o faltante.
Era “un cuadro de desorden y negligencia”, dice Irak Revenue Watch, un grupo extraoficial de observadores en Estados Unidos. El inspector general dice que esa administración irregular “no era de sorprender” en vista de los “desafíos monumentales”.
Desde el comienzo de la ocupación de Irak, en medio de los saqueos e incendios que se multiplicaron tras la invasión, una de las tareas más apremiantes fue restablecer la electricidad, agua y servicios sanitarios. Como los estadounidenses no pudieron brindar condiciones de vida decentes a la población se ganaron un resentimiento generalizado. Datos recientes “sugieren una tendencia a un severo retroceso” en esos rubros, informa el equipo del CSIS.
Pasaron meses hasta que el sistema de electricidad recuperó su capacidad generadora de preguerra de 4,500 megavatios. Todavía falta un 25 por ciento para llegar al objetivo de 6,000 megavatios que se había fijado para el primero de julio pasado y mucho menos -observa la GAO- de los 7,000 a 8,000 que necesita Irak. Como resultado, gran parte del país se pasa horas por día sin electricidad.
En una zona de sunitas y shiitas, árabes, curdos y turcomanos, la guerra civil es una posibilidad real, advirtió una Estimación Nacional de Inteligencia. Pero los estadounidenses parapetados en la Zona Verde de Bagdad manifiestan determinación.
“El fracaso no es opción”, dijo el asistente de la embajada, Bill Taylor, a la prensa el siete de octubre.
Pero tampoco hay ningún “progreso” a la vista, dicen los analistas independientes.
“La transición de Irak a una democracia estable y unida está en peligro”, concluye el International Crisis Group. “Y lo más difícil”, dice Carl Conetta, del Proyecto sobre Alternativas para la Defensa, “es planear una salida confiable del caos en Irak en que nos encontramos actualmente”.