21 de abril de 2004.
Roma, (EFE).- Roma cumple hoy su dos mil 757 aniversario con el orgullo de una vieja dama de linaje glorioso y un pasado espléndido que, sin embargo, encuentra en sus propias virtudes algunos de los elementos que condicionan su futuro.
La leyenda está en el origen de la fundación de Roma que, según el historiador Tito Livio, tuvo lugar el 21 de abril del 753 antes de Cristo, cuando Rómulo fijó los límites de una nueva ciudad desde el Palatino, una de las siete colinas históricas de la ciudad.
Mito o realidad, el caso es que aquel pequeño territorio evolucionó hasta convertirse en la dueña del mundo cuando se iniciaba la era cristiana y puso los cimientos de una nueva civilización que hoy se percibe en muchos países en ámbitos como el arte, el Derecho, la religión o los espectáculos.
En buena parte, la capital italiana vive hoy de aquellas rentas, porque el turismo es una de las principales fuentes de ingresos de la ciudad, en la que abundan los establecimientos hoteleros y el pequeño comercio dedicado a los recuerdos que se llevan los numerosos turistas, en detrimento de otros sectores industriales, mejor radicados en el norte del país.
Avidos de historia, los visitantes se extasían cuando pasean por el viejo foro romano, suben las escaleras del Coliseo, se acercan al Vaticano, navegan por el río Tíber o se interrogan curiosos en cualquier esquina de la ciudad en la que surgen unas columnas deterioradas, sin que estén acompañadas de letreros que expliquen cuál es su origen.
La enorme y valiosa cantidad de restos monumentales antiguos es un lujo del que Roma puede presumir como pocas ciudades en el mundo, pero también un factor que limita su desarrollo urbano.
Abrir una zanja es siempre un motivo de incertidumbre, porque nadie sabe si debajo aparecerá algún resto arqueológico, lo cual es un aliciente, pero también un impedimento para hacer la ciudad más habitable desde el punto de vista del transporte.
Con sólo dos líneas de metro, que no llegan al centro, el Ayuntamiento lleva a cabo en la actualidad prospecciones subterráneas para intentar abrir una tercera, que sí llegaría a la parte histórica, aunque el trabajo se intuye ingente y largo.
Por ese mismo motivo no existen garajes bajo tierra y la búsqueda de una plaza de aparcamiento en superficie es una tarea ardua, mientras los autobuses son a veces prisioneros de un tráfico más que denso, que se hace insoportable cuando llueve, porque los antiguos colectores -queda alguno de la época imperial- no dan salida al agua, que se acumula en las calles y las convierte en piscinas.
Las autoridades también luchan contra el deterioro del centro de la ciudad, hasta el punto de que el Ayuntamiento prohibió hace unos días que en los próximos meses los ciudadanos accedan a la parte histórica con latas o botellas durante la noche, porque los encargados de la basura no dan abasto al día siguiente.
Caso aparte es la degradación de los propios monumentos, que obliga al Gobierno y a las entidades locales a una inversión continua de dinero para limpieza y mantenimiento.
Todo son proyectos de futuro que respeten el pasado, mientras la ciudad luce su palmito, algo ajado pero todavía fascinante, y sigue con la intención de cumplir muchos más años para celebrar su condición de ser una de las urbes más hermosas del mundo. Auguri.
Felicidades.