EFE
TAIPEI, TAIWÁN.- Más de un tercio de la humanidad celebró ayer el inicio del Año Nuevo del Mono Madera Yang según el calendario lunar chino, mucho más antiguo que el almanaque gregoriano que rige el paso del tiempo en la mayor parte del mundo desde 1582.
Para los chinos, el año que comienza es el 4702, desde el inicio del reinado del legendario Emperador Amarillo (2697 a. C.) y el 21 de sus 79 ciclos de 60 años, que se rige por la combinación de los cuatro elementos básicos (madera, fuego, tierra y metal) con doce animales.
Son Shu (ratón), Niu (búfalo), Hu (tigre), Mao (gato), Long (dragón), She (serpiente), Ma (caballo), Yang (cabra), Hou (mono), Ji (gallo), Gou (perro) y Zhu (cerdo).
Otras culturas y civilizaciones también disponen de sus propios almanaques: los japoneses inician la cuenta el 18 de febrero del 660 A.C.; los musulmanes, el año de la hégira de Mahoma (622 D.C.); los judíos, según la reforma del rabino Hillel, comenzaron a contar en el 3760 A.C., la supuesta fecha de la creación.
La forma de celebración en la cultura china está marcada por la reunión familiar, el respeto a los antepasados, los aguinaldos en sobres rojos, el banquete “weiya” en el trabajo, el ruido ensordecedor de las tracas, las pegadizas melodías, decoraciones rojas y doradas y comidas especiales para la ocasión.
Son quince días de festividades a contar desde la primera luna llena del año.
Las calles de las grandes ciudades se vacían de tráfico, el silencio reina donde suele imperar el bullicio y el comercio y las carreteras se convierten en ríos de vehículos con pasajeros que vuelven a sus núcleos familiares.
La Nochevieja es la fiesta familiar por excelencia y se celebra con un banquete en el que no pueden faltar alimentos de la suerte, como el pescado, que simboliza la abundancia; y se reparten los aguinaldos en sobres rojos.
Los hijos tratan de no conciliar el sueño con interminables sesiones de juegos de cartas chinas (“majiang”), porque su vigilia añade años a la vida de sus padres, según la creencia tradicional.
En el segundo día del nuevo año, las carreteras se vuelven a atiborrar de vehículos que llevan a las hijas casadas a visitar a sus padres, porque el tercer día no es favorable para viajar, así se pasan esta jornada en casa comiendo, bebiendo té y jugando al “majiang”.
Los dioses regresan de sus vacaciones celestiales en el cuarto día y, en el quinto, las oficinas y comercios retoman su actividad normal.
A pesar de la tremenda modernización que se respira en muchos lugares donde viven los chinos y sus descendientes, se conservan las costumbres vinculadas con el Año Nuevo, tales como los pasteles “nian gao” de arroz glutinoso, que simbolizan el ascenso profesional porque están ligados a la fraseja y es una invitación de los patrones a sus empleados, en la que los jefes cantan y organizan una rifa de electrodomésticos u otros objetos valiosos.
Antiguamente, el director solía dirigir la cabeza del tradicional pato asado al empleado que iba a despedir, en un rito en el que se anuncian las pagas extraordinarias.
La decoración mantiene también el gusto tradicional y los rollos en pareja cuelgan verticales en las entradas de las casas con frases escritas que aluden a la fortuna, prosperidad y longevidad, las tres grandes aspiraciones de la cultura china.
Muchas familias colocan nuevas plantas o flores, que simbolizan un nuevo crecimiento, y no faltan las naranjas que con su color recuerdan al oro, ni las bandejas con dulces y pipas, ni las piñas tropicales, que en taiwanés se llaman “ong lai”, palabras que suenan como “la prosperidad viene”.
Los hogares se limpian a fondo antes de Año Nuevo, porque nadie barre o limpia el polvo durante los días de fiesta por temor a eliminar, sin querer, la buena fortuna.
Actualmente, las vacaciones del Año Nuevo Lunar sólo cubren cuatro o cinco días, pero el ambiente festivo se mantiene durante la tradicional quincena que culmina en la fiesta de las linternas, en la que las calles se llenan de luz y color.
