Ayer, tres meses y dos días después de haber perdido en las elecciones para alcalde de Mérida, Víctor Cervera Pacheco dejó de existir víctima de un infarto. Tenía 68 años de edad.
Hablar de Cervera, es hablar de un político al más puro y tradicional estilo priista, de un dinosaurio, como él mismo lo reconoció lúdicamente en su última campaña... pero sobre todo, es hablar de un hombre de poder, de esos que la estructura gubernamental que dominó al país por más de 70 años cobijó y de los que a la vez, se sirvió para asegurar su permanencia.
Nació el 23 de abril de 1936. Fue líder estudiantil, diputado local y luego federal en dos ocasiones. En los años 70 fue alcalde de Mérida y después de la CNC a nivel nacional; en 1984 ocupó el cargo de Gobernador interino de Yucatán y después, de 1988 a 1994 fue secretario de la Reforma Agraria. En 1995 fue electo Gobernador Constitucional de su estado.
Un cacique para sus detractores, pero también una pieza indispensable para asegurar el imperio de un estilo, una forma de hacer política y administrar el poder en el sureste mexicano, según sus compañeros de partido.
A principios de 2004 y luego de tres años formalmente inactivo en la política, Cervera Pacheco participó como candidato del PRI a la alcaldía de Mérida, la que perdió en las elecciones del 16 de mayo pasado, frente al panista Manuel Fuentes Alcocer.
Luego de su derrota en las urnas, Cervera lanzó un discurso donde aseguró que “soy un hombre que me gusta la competencia y sé ganar y sé perder. Lo que me ha sorprendido y es muy grave, es una actitud como ésta, de elección de Estado; invita a que según sea el partido gobernante en cada entidad, haga lo mismo. Lo cual quiere decir que estamos pervirtiendo nuestros inicios de democracia”.
En fin, un priista de hueso colorado, capaz de condenar lo mismo que alabar, aquello que durante décadas le sirvió. Que descanse en paz.