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Chivos expiatorios

Luis F. Salazar Woolfolk

El allanamiento a la casa de la familia Fox en San Francisco del Rincón, genera un elemento de discordia que enturbia nuestra vida pública y ensombrece nuestro futuro como sociedad. El hecho es una provocación más, con el propósito de exponer al Presidente al escarnio o lanzarlo a la represión.

El pretexto lo ofrece un fondo de ahorro que se habría integrado entre 1942 a 1964, con el salario de trabajadores migrantes a los Estados Unidos. Los ex braceros hacen una reclamación que hasta hace poco era desconocida para el común de los mexicanos y que hoy interpela para determinar “dónde quedó la bolita”, como ocurre con los demás fondos de ahorros y pensiones, llámense Infonavit, ISSSTE, Seguro Social, etcétera.

Dada la cronología, se trata de un problema originado en tiempos del viejo sistema de partido de Estado, que durante décadas sembró bombas de tiempo que llegada la alternancia en el poder, amenazan con estallar en manos del Gobierno actual o del que venga, sea del partido que fuere.

Por ello resultan cínicas y sin razón las declaraciones de algunos personajes del antiguo régimen, entre los que destacan Heladio Ramírez y Diódoro Carrasco. El primero de ellos, líder de la Confederación Nacional Campesina, expresa la “plena solidaridad” de la agrupación con los autores materiales del delictuoso allanamiento. Lo anterior es absurdo venido de una organización priista que es corresponsable de la ruina del campo mexicano, que durante cuarenta años guardó silencio y nada hizo por plantear y menos por resolver el problema de los ex braceros.

Algo similar ocurre con el ex gobernador de Oaxaca. Carrasco Altamirano culpa al actual Gobierno, al que atribuye frivolidad en el tratamiento del problema; asegura que la solución compete a la Secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores, pero soslaya que él mismo fue titular de la primera en el régimen de Ernesto Zedillo y tampoco hizo nada en cuanto al fondo de ahorro que nos ocupa.

Como se advierte, los priistas tienen una cara muy dura que les permite observar la paja en el ojo ajeno sin ruborizarse, al punto de lucrar con problemas creados por ellos mismos con el propósito de volver al poder y desde allí, recrear el viejo régimen de facción.

En cualquier caso, este fondo de ahorro se ha convertido en un arma arrojadiza en contra del presidente Vicente Fox y ahora en contra de su familia, en términos que en nada ayudan al futuro del país y en cambio, deterioran nuestras formas de convivencia y amenazan con hacer fracasar la transición hacia la democracia plena.

Es cierto que al Gobierno en turno corresponde resolver los problemas nuevos o viejos sin embargo, es evidente una tendencia insana según la cual, el viejo sistema se empeña en hacer del Gobierno de la alternancia un chivo expiatorio de sus vicios ancestrales. Por ese camino se endosan las responsabilidades; desde la crisis económica estructural que padecemos hasta el atraso de nuestro sistema educativo, la guerra sucia contra la disidencia política y al rato, el homicidio de Colosio.

No es novedad que esto ocurra. En la historia del PRI Gobierno abundan ejemplos de esta búsqueda de chivos expiatorios que en su momento fueron invocados, como el imperialismo, los emisarios del pasado, los agitadores profesionales, el clero político, las fuerzas extrañas, los empresarios, la reacción, los ricos y en fecha reciente los malosos.

Puesta al día la tendencia es alarmante, porque tras la carga que significan los problemas del pasado, se frustra toda posibilidad de acuerdo para su solución en tiempos actuales y por el contrario, se transfieren con miras a seguir martillando sobre nuestro futuro.

La desatención ancestral del fondo de ahorro de los braceros, hace poco probable su recuperación por medios jurídicos o diplomáticos, frente a entidades privadas o gubernamentales de éste o aquel lado del Río Bravo. Como a fin de cuentas el pueblo mexicano pagará por esto, en obvio de trámites sería bueno que los diputados federales que investigan el caso, destinaran alguna partida del presupuesto con cargo a los rubros de combate a la pobreza o desarrollo social, para aliviar las necesidades de los afectados.

Entre tanto, conviene que Gobierno, Sociedad y Fuerzas Políticas renovemos nuestro pacto de convivencia en torno a formas civilizadas y democráticas, antes de que la discordia y la ambición política irrefrenable, desemboquen en un fracaso histórico irremediable.

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