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Cientos dan el adiós a Cervera Pacheco

Se congregan priistas para despedirlo; llega el féretro con casi una hora y media de retraso a la ceremonia.

Notimex

Mérida, Yuc.- Bajo el sol yucateco, el llanto de quienes lo quisieron, el reconocimiento de quienes con él antagonizaron y el asombro de quienes lo odiaron, Víctor Cervera Pacheco llegó y se retiró de la Casa del Pueblo, como siempre quiso e hizo: Por la puerta grande.

“Hasta el final todo ocurrió a su manera; llegó a la hora que quería aunque hubiera gente esperándolo con anticipación”, comentó un joven periodista al referirse al retraso de la llegada del féretro del ex gobernador que a las 14:24 horas, arribó a la sede estatal priísta donde era esperado desde las 13:00 horas.

Sus ex colaboradores y “alumnos” políticos, vestidos con pantalón negro y elegante guayabera blanca de manga larga, abandonaron, a la manera del ex Mandatario, la reconfortante sombra del edificio para aceptar los rayos del sol y el deber de cargar el sobrio ataúd gris metálico.

Sus hijos Felipe y Víctor, bajaron la caja del vehículo, una camioneta Volvo, placas YWC-14-53 y con el apoyo del líder priísta local, Carlos Sobrino y otros correligionarios la introdujeron al inmueble en cuya entrada aguardaba una plataforma rodante.

Todos, los cientos que se asumían absolutamente cerveristas, portaban un moño negro en su vestimenta, algunos elegantes como la actual diputada local Lucelly Alpizar quien definió al “Cerverismo” como una “Corriente Filosófica”, no pudieron y tampoco quisieron ocultar su duelo.

Amigos como el ex alcalde Herbé Rodríguez Abraham, quien lo conoció durante “casi” 52 años y ex compañeros de partido como Carlos Capetillo Campos, con quien Cervera habría tenido diferencias en el pasado proceso interno para definir al candidato priísta a la alcaldía, gobernada aún por el PAN, estuvieron presentes.

“Quehubo, cómo estás”, exclamó Capetillo Campos al ver y abrazar a Víctor Manuel Zavala Adams, delegado, al igual que él en alguna época, del IMSS en Yucatán.

El murmullo se extendía por la amplia casona: “Fue dos veces gobernador, le recordaba una mestiza (indígena maya) a otra”, “dicen que ya va a llegar”, comentó un hombre, al parecer de campo en una prolongada consecución de frases y preguntas, infaltables y características de un funeral.

Tratando de capear el temporal como su padre hizo en la política, Víctor y Felipe Cervera Hernández llegaron al estrado del auditorio de la Casa del Pueblo y escucharon la prolongada ovación que sólo pudo ser cortada por la intervención del maestro de ceremonias Fernando Río.

“Donde quiera que esté estará presentando orgulloso sus credenciales como priista”, afirmó enérgico Río, quien por varios años condujo los actos del Gobierno cerverista.

Asumiendo el trance con entereza, pero sin poder evitar las lágrimas, ambos hermanos Cervera Hernández, en especial Víctor que casi no soltó el ataúd con su mano izquierda, escucharon la intervención del ex secretario de Obras Públicas y colaborador de su padre, Víctor Manuel Guillermo Álavez.

Oyeron del orador un recuento de su vida y obra en el mundo de la política y el servicio público, desde sus días como líder estudiantil, hasta sus diez años como Gobernador, pasando por el gabinete presidencial y la titularidad de la CNC.

Asimismo, del compromiso que significaba hablar frente “al cuerpo inerte de un hombre de movimiento perpetuo”, y que algún día afirmó que “un hombre a diario debe trabajar, sin falta, porque todos los días necesita comer”.

Guillermo Álavez recordó los tiempos en que por asuntos políticos, Cervera fue encarcelado y posteriormente liberado por una multitud que presionó para que recuperara su libertad tras lo cual soltó un discurso en el que no aguantó la emoción y soltó en llanto, hecho que, se ha afirmado, sólo se repitió con el fallecimiento de su madre.

El ex funcionario cerverista también dio cabida en su discurso a los “eternos agoreros del desastre”, críticos y enemigos del homenajeado a quien definió como un “Gladiador”.

Luego siguieron las consabidas guardias de honor, con senadores, diputados federales, locales, alcaldes priístas y cientos de personas, hasta que se dispuso la salida del cuerpo a un sitio no precisado enmedio de una valla de seguidores, periodistas y amigos que lo vieron salir de la Casa del Pueblo, por donde siempre quiso: Por la Puerta Grande.

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