El secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, compareció ayer ante los senadores. Además de la repasada que le dieron priistas y perredistas –nada nuevo en esta democracia a la mexicana- destaca el hecho de que el funcionario federal rindió cuentas alegres en materia de empleo.
En los primeros ocho meses y medio de 2004 se crearon en el país 406 mil 300 empleos, “el mayor aumento en número de trabajadores para un período similar en los últimos cuatro años”, dijo con aplomo el secretario.
Con motivo de la glosa del IV Informe de Gobierno, Gil Díaz enfrentó a la Comisión de Hacienda del Senado de la República, donde aprovechó para recalcar la necesidad de fortalecer las fuentes internas de crecimiento. “Necesitamos retomar el camino de las reformas de fondo que, como se ve, es el único camino perdurable”.
Además, la economía mexicana inició su recuperación, con un crecimiento que será cercano a cuatro por ciento, mayor al anticipado y claro, esta generación extraordinaria de fuentes de empleo, la mayor en lo que va del sexenio.
Hasta aquí, la visión oficial. Lo más interesante del asunto es que mientras tenía lugar la comparecencia, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) daba a conocer la Tasa de Desempleo Abierto (TDA) en México, que se disparó a 4.35 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA), uno de sus niveles más altos desde 1997.
Esto es, los poco más de 406 mil empleos que anunció Gil se diluyeron como agua entre los dedos ante la contundencia de las cifras globales. En el país el desempleo crece y actualmente se ubica en los niveles de hace seis años.
De nuevo se ratifica que existen al menos dos países diametralmente distintos y con un solo nombre, el México real y aquel que insisten en dibujar nuestros funcionarios.