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¡Cincuenta añotes!

juan manuel gonzález

En este mes y en febrero, varios amigos míos llegarán a la edad de cincuenta años, a ellos y en especial a mi compadre Polo, dedico estas líneas deseándoles que cumplan muchos más y que esta década que inician los consolide como personas y les allane el camino de las décadas por venir. Es duro cumplir cincuenta años, pero ha de ser más duro no llegar a cumplirlos. A esta edad, a los cincuentones nos consideran prácticamente de la tercera edad, en las competencias deportivas somos de la categoría de veteranos, para nuestros hijos el viejo y para nuestros amigos de la camada seguimos siendo los muchachos. Generalmente el cincuentón tiene abultado abdomen, poco pelo, el poco que queda son canas, se le empiezan a olvidar nombres, hechos y fechas y como dice la canción: ahora ya camina lerdo. Para estas alturas, la vida vivida a base de prueba y error ya esta cobrando sus facturas. Nos tocó vivir muchos cambios en nuestra primera mitad de siglo: los hippies, el amor libre, el rocanrol, la preocupación ecológica, la búsqueda de la independencia económica, el éxito personal y un consumismo cruel que es cuento de nunca acabar, pues cuando ya nos vamos poniendo al día en las compras, las que ya hicimos, se quedaron obsoletas porque las desplazaron productos mejorados.

Con el cumpleaños número cincuenta, damos inicio a un viaje que dura una década y que se puede convertir en uno de los mejores viajes pues llegamos al inicio del mismo con un cúmulo de experiencias que si las sabemos aprovechar nos llevan a los linderos de la plenitud y nos preparan para vivir nuestra cercana vejez con espíritu productivo sobre todo si aceptamos que en la brújula de la edad, el norte no queda para todos en el mismo lugar. Los cincuentones, tenemos la obligación y el compromiso con nosotros mismos de disfrutar estos diez años con todo y sus días buenos y tranquilos y otros de apuros. A esta edad, se debe llegar con muchas ganas de seguir siendo aunque a veces nos sintamos como carro desbielado y otras veces como automóvil de fórmula uno recién afinado, sin importar que, como dice mi amigo Fernando González Ruiz (espero que no por experiencia propia),el calor delantero de nuestro motor, ya haya emigrado a la parte de mas atrás de la cajuela, deseando siempre sentarnos en blandito por aquello de las que mi tía Goya, de El Cercado, Nuevo León, identifica como ?almorranas?. Aún con la experiencia adquirida, a veces no se sabe que dirección tomar y a veces, aunque se tenga claro el objetivo, no sabemos con seguridad que camino seguir para lograrlo.Amigo cincuentón, en esta edad, te das cuenta de que, cambia, todo cambia. En esta década se le hace frente a lo que nunca pensamos que nos sucedería a nosotros: alto colesterol, hipertensión, taquicardias, insomnios por el estrés del trabajo, y kilos, muchos kilos de más. El chorro de orina que parecía tener un hidroneumático con motor de cinco caballos, se convierte en algo similar al riego por goteo y terminamos en el suplicio y la humillación de los exámenes de próstata unido todo ello a la sensación de no estar logrando todo lo que quisiéramos, concientes de que ya estamos en los cuartos de final del torneo de la vida.

En esta edad de los cincuenta, la falta de juventud se convierte en preocupación y la tragedia de envejecer, reside en que por dentro, uno sigue teniendo veinte años y a veces hasta lo externamos de esa manera. En una ocasión en que un amigo cumplió cincuenta años, se ufano ante todos de que él a los cincuenta años seguía siendo capaz de hacer lo que hacía a los veinte; otro amigo le echó un balde de agua fría cuando le dijo:?todo aquel que a los cincuenta puede hacer lo que hacía a los veinte, es porque a los veinte no hizo gran cosa?. La vida no pierde sentido porque envejecemos, lo que si se pierde es la agudeza en algunos sentidos como la vista o el oído, pero mientras no se pierda el sentido del humor, no hay edad que nos aplaste. El otro día el encabezado de un periódico que se caracteriza por su nota roja decía con unas letrotas:?quincuagenario arrollado por camión materialista?, esta frase, seguramente la debe haber escrito un periodista de veintitantos años, para nosotros los cincuentones es casi como si dijera ?pitecantropus erectus arollado por camión materialista?. Una ventaja de esta edad es que prácticamente ya podemos poner un consultorio y recetar medicinas aprovechando el vasto conocimiento que tenemos de los síntomas de las enfermedades, de las medicinas de patente y hasta de las similares, pudiendo también advertir al paciente en turno de los efectos secundarios de los medicamentos, pues ya los hemos vivido casi todos en carne propia. Debido al ritmo tan agitado y desordenado de nuestras vidas no es de extrañar que para cuando cumplimos los cincuenta ya hayamos tomado: Halción para dormir, Prozac para despertar, Tenormín o Inderal para la alta presión, Aspirina para prevenir un infarto, Frisium para la angustia, Tafil o Valium para relajarse, Insulina para la diabetes, Dyazide para orinar correctamente, Losec para la esofagitis, Voltarén para las contracturas musculares, Dorixina para los dolores difusos, Melox para las agruras, Tagamet para las úlceras, Metamusil para que todo salga bien y Viagra para lo que se ofrezca, además de estar considerando ya la posibilidad de usar pañales Depend.

Amigo cincuentón, bienvenido al club. Debes tener muy presente que estos años se pueden convertir en los mejores de tu vida y te pueden preparar para disfrutar también tus décadas siguientes, o se pueden convertir en camino azaroso que provoque que al final del mismo te topes en pared, ello, una vez más, depende exclusivamente de ti. ¡Definitivamente!: la vida empieza a los cincuenta. ¡Salud!

jgonzález2001@hotail.com.

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