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Ciudadanía amenazada/Sobreaviso

René Delgado

Primera de dos partes

Un triple amago vive la ciudadanía. La clase gobernante amenaza su derecho a la democracia y el desarrollo. El crimen con y sin credencial amenaza su patrimonio y su integridad. Y los partidos políticos amenazan usarla como carne de voto. La miran, pues, como vasallo permanente, como víctima profesional y como boleta desechable. No más. Curiosamente, aun así, las autoridades le piden a la ciudadanía no perder la confianza en ellas y no dar muestra de desaliento en eso que presumen como el cambio pero que, en su misma superficie, deja ver los síntomas de una grave descompostura social, económica y política. Es hora de demostrar que, pese a amenazas y amagos, hay un resto de dignidad ciudadana frente a la fiesta de la barbarie y la violencia a la que se le invita. Eso no es, no puede ser una fiesta. En el mejor de los casos, es un funeral donde a la ciudadanía la invitan de muerto. Le piden entonar como himno, lo que es su réquiem.

*** El mismo Presidente de la República dice que la sociedad conduce al país mientras que la clase política resuelve sus pleitos. No es así. La sociedad no conduce al país, no es su tarea. Y, en realidad, la clase política no resuelve sus conflictos, los revuelve, que no es lo mismo. Respaldo de ese increíble discurso sobre la turbulencia y los turbulentos, como el propio Mandatario se autodefine y define a los integrantes de esa clase, es la chuza que el mismo Presidente de la República provocó con su gabinete, su partido y su Gobierno. El trato grosero que dispensó a su secretario Felipe Calderón por “la imprudencia” de hacer lo que hacen su propia esposa y el secretario Santiago Creel, tuvo ese resultado: profundizó la crisis al interior de su gabinete, al interior de su partido y entre su Gobierno y su partido. Grave el problema, lo es más que con ese tipo de protagonismo el Mandatario renuncia a hacer política. A nadie era desconocido que al colocar a Felipe Calderón en la Secretaría de Energía, el Presidente colocaba a un precandidato en ese puesto. Molestarse porque Calderón haga proselitismo a su favor cuando también lo hacen otros miembros del gabinete, es mostrar una ingenuidad increíble. Y si no es ingenuidad, entonces es algo peor: es hacer evidente la preferencia presidencial por un (o una) precandidato. Por todos los costados, la actuación presidencial en ese asunto es lamentable. No sólo provocó la crisis en los tres campos señalados sino que, de nuevo, sacrificó el interés nacional por el interés personal. ¿Dónde quedan las prioridades nacionales de su Gobierno, si a fin de cuentas éstas se someten al interés personal partidista del Mandatario? No resuelve, revuelve problemas. Aflora en esa conducta presidencial el talón de Aquiles que constituye el sello de marca de su Gobierno: la falta de visión de conjunto de los problemas. Se toman decisiones, cuando llegan a tomarse, sin entender la cuestión. En este caso, se nombró a un precandidato como secretario en una área donde se quería y se quiere emprender una reforma. De antemano se supo que, en esa condición, las posibilidades de la reforma eran muy pocas, por no decir nulas. Y, como esa decisión, muchas otras. Así, sin liderazgo en la Presidencia, sin liderazgo en el partido y sin operadores políticos en el Gobierno, las acciones quedan a veces reducidas a caprichos. Pedirle a la ciudadanía confianza en sus autoridades, cuando las autoridades no saben qué están haciendo, es una burla.

*** Si ese problema se limitara exclusivamente a la Presidencia de la República, la gobernabilidad podría tener otros puntos de apoyo pero la realidad es otra. Otros integrantes de la clase gobernante están dedicados sólo y exclusivamente a lo suyo. Y lo suyo no está necesariamente relacionado con el interés nacional ni con la atención del reclamo ciudadano ni con el

Gobierno de la administración que encabezan o en la que participan. Lo suyo es asegurar su sobrevivencia, o bien, abonar el terreno de sus muy personales aspiraciones. El propio Felipe Calderón lo que reprocha al Mandatario no es que no le haya dado oportunidad de culminar la Reforma Energética. Nada de eso. Le reprocha que no le haya dejado hacer lo que Santiago Creel y Marta Sahagún hacen todos los días: trabajar a favor de su eventual candidatura. Con enorme cachaza, Carlos Medina Plascencia demanda que quienes pretendan postularse que renuncien a los cargos públicos como si la senaduría que él ocupa se le hubiera concedido, a manera de beca, para hacer su propia precampaña. Y, desde luego, Santiago Creel, supuestamente interesado en el diálogo con la oposición, la descalifica en el virtual acto de campaña que encabezó la tarde del sábado pasado, esto es, el mismo día que Felipe Calderón participaba en la comida que lo dejó sin postre en el Gobierno.

*** La epidemia de turbulentos, esto es, de aquellos que revuelven problemas, no sólo afecta al Gobierno Federal. Al menos, hay tres gobernantes exclusivamente dedicados a defender su sobrevivencia política: José Murat, Sergio Estrada Cajigal y Andrés Manuel López Obrador. Por causas distintas, esos tres gobernantes litigan ante distintas instancias su propia sobrevivencia. Continuará...

En cuerpo y alma, a sólo eso se dedican. Cualquier otro asunto pasa a segundo plano. ¿Secuestros? ¿Robos? ¿Abusos en contra de la ciudadanía? Esos temas no forman parte de la agenda de sus ocupaciones y preocupaciones. En el caso particular de José Murat y Sergio Estrada Cajigal es patético el papel que juegan. El primero trata de sacudirse el señalamiento de haber orquestado un autoatentado que dejó por saldo una muerte, para encubrir el escándalo que protagonizó al término de una francachela. El segundo trata de sacudirse la posibilidad de ser enjuiciado por sus presuntos vínculos con el crimen organizado que, increíblemente, encabezaba el responsable de la seguridad pública de su Gobierno. Pedirle a la ciudadanía confianza en sus autoridades, es una burla. A su vez, en la agenda de las ocupaciones y preocupaciones de Andrés Manuel López Obrador no está ni por asomo el sentimiento de inseguridad que embarga a la ciudadanía. De los secuestros, del ultraje, de los asaltos que la delincuencia comete contra la ciudadanía no hay que preguntar en su conferencia mañanera. En la lógica del gobernante, el sentido de estar en contacto con los medios no es escuchar a la ciudadanía sino para que ésta le escuche y, entonces, cualquier tema ajeno al complot del que López Obrador se dice víctima, sobra. Es increíble.

*** Relacionar la descompostura política con el peligro de ensanchar el espacio de la delincuencia y con el de vulnerar el desarrollo nacional, lejos está de ser un juego de artificio. Los vacíos se llenan. Cuanto más tiempo dedica la clase política a revolver sus conflictos y desatender los problemas nacionales, mayor es el espacio que ocupa la violencia, el crimen y la incertidumbre. Eso es lo que no quiere ver la clase política y eso es precisamente lo que ve y lastima a la ciudadanía porque es ella la que sufre, en su patrimonio y en su integridad, la incapacidad y la ineptitud de la clase política para conducir el país por el sendero de la civilidad, el Estado de Derecho, la democracia y el desarrollo. La ciudadanía es la víctima de esa amenaza. La ciudadanía es, suena terrible decirlo, la que pone los muertos. En estos últimos días, el secuestro, la violación, el robo y el homicidio de varios ciudadanos han vuelto a encender los focos del hartazgo frente la inacción del Gobierno, de los Gobiernos. No es una simple coincidencia -aunque así lo quiera ver la clase gobernante- que en estos días en que el desentendimiento político hace crisis, el crimen asole a la ciudadanía, se cebe sobre ella y la lastime, al tiempo que ahuyenta inversiones y con ello las posibilidades de empleo. Que unos secuestradores ejecuten a sus víctimas a pesar del pago del rescate; que un secuestrador ultraje y lastime a una mujer; que un asaltante liquide a otra mujer porque quiso impedir que le robaran el coche a su padre; que un grupo de policías ultime a golpes a un comerciante; que unos grulleros derramen aceite en el Periférico para provocar accidentes y entonces, ofrecer sus servicios; que unos comuneros se enfrenten a golpes con la policía por un problema limítrofe; que la policía de Jalisco torture a manifestantes; que las mujeres de Juárez sigan muriendo; que estallen bombas caseras en Cuernavaca; que asalten a una persona dentro de un cajero frente a la policía; que practiquen el secuestro “psicológico” en el aeropuerto internacional y luego, la víctima sea tratada como culpable por el ministerio público; que se establezca el toque de queda contra menores en Tlalnepantla; que... todo eso revela el grado de descompostura que vive el país y la amenaza que pesa sobre la ciudadanía. Pueden recurrir de nuevo las autoridades a la cantilena de que se trata de hechos aislados que no prefiguran un cuadro generalizado. Mil veces le han dicho eso a la ciudadanía. Pueden insistir en que la crisis política en forma alguna amenaza a la economía. Mil veces le han dicho eso a la ciudadanía. Pueden argumentar que no son correctas las cifras de los delitos, que son exageradas, que en realidad el delito va para abajo. Mil veces le han dicho eso a la ciudadanía. Puede la clase gobernante seguir revolviendo sin resolver sus problemas. Sin embargo, lentamente la ciudadanía va tomando conciencia de que no votó para vivir en un Estado de amenaza sino en un Estado de Derecho, que no votó para hacer de la alternancia un concurso alternado de incapaces e ineptos, que no votó para hacer de la democracia el freno del desarrollo, que su voto no es el único recurso que tiene para escapar del amago al que se le quiere someter. Por eso, es hora de mostrar que, a pesar de amenazas y amagos, hay un resto de dignidad para decir no a la indiferencia, no a la falta de solidaridad con el otro y comenzar a recuperar los espacios que quieren secuestrarle a la ciudadanía. Eso es posible. Ahí está como ejemplo de la semana el acto de dignidad de un payaso. Víctor Trujillo se antepuso sobre Brozo, antepuso un valor por encima de la fama y la popularidad. Vaya ejemplo.

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