TV Azteca rechazó cincuenta millones de dólares ofrecidos por el poderoso empresario Isaac Saba a cambio de su judicialmente discutido derecho de compra del 51 por ciento de las acciones de Televisora del Valle de México, concesionaria del canal Cuarenta.
Aunque después del estallido público del conflicto entre ambas televisoras —la ocupación ilegal de instalaciones de CNI— el tema volvió a su dimensión de litigio entre empresas, tiene una vertiente pública que obliga a examinar las causas y consecuencias del extraño, para los profanos, desdén de esa enorme suma.
En realidad, TV Azteca ha apostado a su posibilidad de asumir el control del Cuarenta. En 1998, ambas televisoras acordaron una alianza que preservaba, ante el público, el carácter peculiar del canal propiedad de Javier Moreno Valle. Ciertos programas habían conferido a ese medio una singularidad que después se acentuó, con su servicio noticioso nocturno. Si bien quedó atrás ya la etapa en que Televisa, el principal difusor de información electrónica, manipulaba a sus anchas ese papel de enorme trascendencia social, todavía la oferta de noticias en la TV es pobre en relación con la disponible en la radio y la prensa. Por ello y por su propia definición, el modo informativo del Cuarenta se ha vuelto muy apreciable, como lo es el de los canales públicos, Once y Veintidós.
Moreno Valle rompió pública y unilateralmente aquella alianza, por convenir así a sus intereses. Se generó entonces un conflicto que cursa varios derroteros judiciales. La litispendencia, como dicen los abogados, estriba fundamentalmente en la intención de la televisora de Ricardo Salinas Pliego de hacerse del Canal Cuarenta. Luego del grave enfrentamiento extrajudicial que hace un año estaba por resolverse, las dos empresas retomaron el camino judicial, que incluye un arbitraje privado y también negociaciones para dirimir por la buena el problema: por la muy buena, ya que Moreno Valle buscó un socio que aportara capital bastante para saciar la pretensión de TV Azteca.
Lo encontró en Isaac Saba, al que con admiración no exenta de cursilería algunos llaman El señor de los dineros. Es vasta la dimensión de sus negocios, que incluyen la propiedad del antaño denominado Grupo Autrey, una de las dos distribuidoras de fármacos más importantes del país. Saba y Moreno Valle se entendieron, lo que debe haber significado agua de mayo para el concesionario del Canal 40, atosigado por deudas entre las que sobresale la demora en los pagos a la mayor parte de su personal. Un persistente atraso en la cobertura de salarios, sueldos y honorarios ha puesto más de una vez en riesgo la continuidad de los contenidos.
Hace un mes fue evitada a última hora una suspensión de labores como recurso extremo para hacer concluir la morosidad. Al Canal cuarenta, a su concesionario y a sus trabajadores, les urge concluir la negociación con Saba, que incluye la aceptación por TV Azteca de la suculenta cifra que ese hombre de negocios estaba dispuesto a desembolsar.
Por eso TV Azteca rechazó la oferta. Cada día que pase sin iniciar la recuperación financiera del Cuarenta disminuye su viabilidad y lo pone al alcance de la empresa de Salinas Pliego. Negarse a la negociación es una apuesta: confía en ganar en último término los litigios, o en que se queden sin materia por la ruina de su adversario.
TV Azteca quiere, necesita otro canal. Lo declaró sin ambages al notificar el acuerdo de su consejo de administración, en que rehusó la oferta de Saba: “...TV Azteca considera que el costo de oportunidad de recibir los 50 millones de dólares es demasiado alto, ya que implicaría renunciar a la posibilidad de operar en el futuro un canal orientado a segmentos de altos ingresos en la ciudad de México. Por ello la compañía continuará actuando para preservar sus derechos bajo los contratos firmados por Canal 40”.
La televisora del Ajusco dispone en la ciudad de México de dos canales, el siete y el 13, mientras que Televisa cuenta con cuatro: dos, cuatro, cinco y nueve. La competencia entre ambos consorcios se emparejaría, o disminuiría la diferencia, si TV Azteca se hace de una nueva emisora, aunque tenga que esperar por ella, aunque no reciba ahora cuarenta millones de dólares, que en algo ayudarían a enfrentar los vencimientos de deuda de Azteca Holdings, de que dependen varias empresas de Salinas Pliego. Vamos, por lo menos alcanzarían para cubrir a Raúl Salinas de Gortari el viejísimo adeudo de 29 millones de dólares que por bajos que sean los intereses pactados (salvo que de plano hayan sido facilitados en un gesto de inapreciable y generosa liberalidad sin rédito alguno), es una suma que debe haber crecido ya considerablemente, al cabo de diez años.
Si el desenlace de esta historia consiste en que el canal 40 sea operado por TV Azteca, el público perderá un significativo factor de la frágil pluralidad informativa electrónica. Ese daño a una porción de la sociedad debe ser tenido en cuenta por alguien, la Comisión de Competencia Económica, la Procuraduría Federal del Consumidor o las secretarías de Gobernación y de Comunicaciones. Claro que sus titulares podrán blandir la doctrina presidencial del ¿yo por qué?, pero lo harían de modo irresponsable. El trasiego de concesiones de televisión está sujeto al interés público, con base en el cual debe asegurarse que no sea sofocada la opción informativa de CNI. TV Azteca quiere hacer valer sus derechos. El público los tiene también.