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Coahuila y sus Hombres / Anales de Parras y La Laguna

Dr. Raúl Cuéllar Moreno

CAPÍTULO 12

Recordemos que en 1598 el 18 de febrero para ser más exactos, fue fundada Santa María de las Parras por el jesuita Fray Agustín de Espinosa, el capitán de Cuencamé Antón Martín Zapata y Baltasar Rodríguez, mayordomo del capitán Francisco de Urdiñola en la Estancia de las Parras fundada ya en 1594.

Dijimos también, que se trajeron ?indios madrineros? tlaxcaltecas de Saltillo, con la intención ya explicada de participar en la civilización y enseñanza de las naturales. Con la sabia dirección de los jesuitas y el ejemplo de los tlaxcaltecas, pronto Parras fue un ejemplo de progreso y riqueza; se fundaron 15 pueblos en el área de la laguna y se dedicaron las tierras de Parras al cultivo de la Vid y sus vinos fueron famosos.

Pero con el progreso apareció la codicia y las tierras pasaron a ser motivo de acaparamiento y formación de grandes latifundios. Tres eran los grupos más fuertes: Las descendientes de Urdiñola, los jesuitas y los tlaxcaltecas y uno que otro criollo. Comenzó el pillaje oficial, pues las tierras se pagaban a precio vil ?entre amigos? o se mercedaban (se regalaban por ser noble el destino de ellas).

Imagina, los pueblos cercanos a Parras. Eran propiedad de los jesuitas; las tierras y las aguas dotación del pueblo eran de los tlaxcaltecas, pero el resto, pertenecían a tres personas que no vivían en Parras y rara vez las visitaban. Como tú verás, es el mismo pillaje oficial de nuestro tiempo.

Desde Mapimí hasta San Juan de Casta (hoy León Guzmán), pertenecía a don José Andrés Velasco Restan, vecino de Durango. San Lorenzo y todas las tierras que están ahora entre San Lorenzo y Francisco I. Madero, pertenecían a don Lucas de Lasga, vecino de México y las tierras del marquesado de Aguayo, que además de comprar a dos pesos el sitio de ganado mayor (1775 hectáreas), recibía grandes tierras como regalo, hasta sumar millones de hectáreas.

Los jesuitas adquirieron desde la Hacienda de Hornos, en 50 pesos, 16 mil hectáreas, terreno que llegaba hasta la sierra de Jimulco y así formaron un verdadero latifundio.

No obstante tener tierras tan extensas, con maniobras legales, se apoderaron del agua de Parras iniciando así un problema agrícola que duró muchos años.

La expulsión de los jesuitas y los malos manejos del capital de la casa Aguayo, traería graves consecuencias con el correr de los años.

Durante largo tiempo la tradición de su vendimia y de su feria, ha persistido y Parras sigue siendo el paraíso de La Laguna.

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