CAPÍTULO 26
Corroborada la independencia, no se sabía qué tipo de gobierno tendría el país, y el pueblo en general, eligió como su emperador a Agustín I, pero el imperio duró sólo nueve meses.
El general, joven, presuntuoso y omnipotente en Veracruz, Antonio López de Santa Anna, por problemas que estaba causando, recibió la visita del emperador Iturbide; se sentó junto a él y el asistente de su alteza le llamó la atención, eso bastó para que por su orgullo herido, odiara a Iturbide y se levantara contra el imperio; ofrecía en su ?plan? de campaña una República Democrática; cuando alguien le preguntó, contestó que no sabía qué era eso.
Se dio cuenta Iturbide lo que sería este país, sin orden ni concierto, donde en cada región dominaban militares con las características que ya hemos dicho y con un congreso donde abundaban los diputados inmaduros y ?enredadores?, que ventilaban (como se hace hasta ahora) sus rencores personales y su ?orgullo herido?, sin asomo del más mínimo patriotismo. Abdicó y abandonó el país con destino a Italia, pero al año, entró al país por Nuevo Santander donde fue hecho prisionero por De la Garza, un hacendado a quien Iturbide le había perdonado la vida y que lo fusiló.
Al revisar este período de la historia de nuestro Estado y juzgar adecuadamente, recordemos el comentario que hizo el Emperador Maximiliano al leer el informe detallado del país: ?En cuarenta años han trastornado lo que los españoles tardaron trescientos años en hacer, concertaron deudas con múltiples países, perdieron la mitad de su territorio y con afán de hacerse del poder, Juárez hace el tratado de Mc. Lane y Ocampo entregando la California, entregando el derecho de vía, de El Paso, Texas al mar de Cortez, de alguna parte del río Bravo a Mazatlán y a través del Istmo de Tehuantepec ¡a perpetuidad!, esto es una locura?.
