Capítulo 24
El 29 de mayo de 1809 llegó a Saltillo el presbítero Ignacio Nogueira, contratado por algunos vecinos pudientes para que enseñara a sus hijos las primeras letras; el Ayuntamiento aprovechó la ocasión y lo contrató para abrir la primera escuela pública de primeras letras para niños pobres y niños huérfanos. Suceso extraordinario que inaugura un siglo de grandes cambios que cristalizará en la creación de una nacionalidad.
En enero de 1810, se convocó en Sevilla, por primera vez en pie de igualdad, a los nativos del imperio español nacidos en América con los nacidos en la península, para la elección de diputados a Cortés; cada provincia debía elegir su diputado y aunque Monclova era la capital, se eligió a una persona ilustre de Saltillo.
En septiembre de 1810, llegó a Saltillo el doctor en leyes don Miguel Ramos Arizpe, joven impetuoso y absorbente nacido en el poblado de San Nicolás de la Capellanía o Valle de las Labores, inmediato a Saltillo, que sería el primer diputado y orgullo de nuestro Estado.
En presencia de don Antonio Cordero, ilustre y valioso gobernador, comenzó la feria el 23 de septiembre de 1810 con todo el bullicio, la mercadería y la afluencia de personalidades que la habían hecho ya famosa; desde el primer día comenzaron a llegar vagas, pero alarmantes noticias de una revolución iniciada la madrugada del día 16 del mismo mes, por el cura don Miguel Hidalgo y Costilla.
Por orden del coronel Félix María Calleja, se aprestaron todas las fuerzas militares del noreste para salir a San Luis Potosí a combatir la rebelión de los insurgentes a los que desde luego excomulgó el obispo Marín obispo de Linares, cabecera religiosa del Noreste.
Sin embargo la inquietud era mucha y a pesar de la censura, se sabía de la marcha triunfal de Hidalgo, que como una avalancha avanzaba sobre la capital del Virreinato.
El gobernador Cordero concentró todas las fuerzas armadas de Coahuila lentamente en el sur de Saltillo y organizó milicias en Parras y en Santa Rosa.
Las fuerzas insurgentes al mando del joven general Mariano Jiménez, llegaron a Matehuala a mediados de diciembre y en enero al enfrentarse, todas las fuerzas realistas se pasaron al lado de los insurgentes, Cordero apresado por Jiménez, fue tratado con honor.
El ocho de enero entraron las fuerzas insurgentes a Saltillo y fueron recibidas con júbilo.
Mientras tanto, después de un inicio avasallador, comenzaron los fracasos de los insurgentes y después de varias derrotas importantes en enero de 1811, Hidalgo fue destituido del mando cerca de Zacatecas y continuaron su huída hacia Matehuala para dirigirse a Saltillo a donde llegaron el 24 de febrero; Hidalgo llegó enfermo y presentó su renuncia quedando con el cargo honorífico de Generalísimo; Allende tomó el mando.
Calleja cerraba el cerco desde todos los puntos; los insurgentes decidieron escapar hacia el norte a los Estados Unidos. Se presentaron a Allende y a los demás jefes, dos individuos como guías en su camino hacia el norte, el holandés Felipe Enrique Neri, Barón de Bastrop y Sebastián Rodríguez, ambos espías de un grupo realista de Monclova y Santa Rosa (hoy Múzquiz); este grupo encabezado por el tesorero Rayuela, por el capitán retirado Ignacio Elizondo, dueño de San Juan de Sabinas y otros, elaboraron un plan contra revolucionario para aprender a todos los insurgentes juntos en Acatita de Baján. El grupo de Santa Rosa y Monclova trabajó eficazmente.
En Saltillo quedó como jefe de algunas fuerzas, Ignacio López Rayón y José María Liceaga.
Guiados por los espías Bastro y Sebastián Rodríguez, salió la desordenada caravana que más que tropa, era una chusma guerrera insomne y muerta de hambre y sed; una trágica caravana de 16 kilómetros de largo; fueron hechos presos uno a uno, de tal manera que del grupo de Flores (otro más del grupo realista), sólo un soldado resultó herido. Duró todo un día y una noche el ir aprehendiendo aquella cantidad de gente el día 21 y 22 de marzo de 1811.
El botín fue cuantioso por el gran número de carretas con barras de plata y pesos fuertes.
Los caudillos fueron conducidos a Chihuahua con escolta al mando de Salcedo; la tropa era tanta que fue dejada en libertad o quedaron al servicio de algunas haciendas o minas de Coahuila.
Rayón que había quedado en Saltillo, realizó una retirada magistral hasta llegar a Michoacán.