CAPÍTULO 23
El intento tardío de un segundo virreinato debido a que estaban demasiado lejanas las provincias del norte para ser correctamente gobernadas ya que en el occidente, California estaba constantemente asediada por los ingleses y por los rusos, y en el oriente los franceses y los Estados Unidos hacían lo suyo, se decidió crear otro Virreinato que abarcaran las provincias del norte a partir de Coahuila, Nuevo León y Nuevo Santander en el oriente y Nueva Vizcaya, Sinaloa y Sonora en el occidente. Este proyecto se aprobó en España en 1776 y se comisionó al Marqués Teodoro de Croix la organización del mismo; el obispo de este nuevo Virreinato fue el doctor Ignacio de Arancibia que lo ocupó hasta 1821. Desgraciadamente, los acontecimientos impidieron la realización del proyecto.
Por la época y las características del país, era una consecuencia que el aspecto social tenía que mezclarse con lo militar y al frente de las comandancias estaban militares ignorantes, déspotas y corruptos, radicados a distancias de 200 a 500 leguas de una jefatura; en cada una de las provincias, había un gobernador político y militar, salido de una capitanía, sargentía mayor o cuando más, del coronelato de un regimiento. ¿Habría cabeza bien organizada y amante del orden social- agrega Ramos Arizpe- que pueda concebir que un tal militar, por honrado que haya sido, sea apto para el mandato político, civil, económico y de hacienda en toda una vastísima provincia?, casi todos arbitrarios, déspotas e impreparados; la mayoría de ellos, obtenían las gubernaturas por la intriga, el cohecho y el favor.
La organización municipal era igualmente defectuosa; en Saltillo, Monterrey y San Antonio, ?los servicios de los cabildos se vendían a son de tambor y voz de pregonero?. En Tamaulipas era peor, el sargento o cualquier grado militar, era la voz de la ley.
En los albores del Siglo XIX existía un gran malestar económico y social en todas las provincias del noreste de la Nueva España, se había formado un espíritu de solidaridad por las luchas constantes contra los ataques de los salvajes y existían grupos que aunque se consideraban hijos de España no toleraban ya la prepotencia y la excesiva arrogancia de los peninsulares. El terreno estaba preparado para la insurrección general.
