Y a hace algún tiempo me había propuesto y lo había “dialogado” con Usted: ¡Ya no voy a hacerles más publicidad a los artículos que favorecen el consumismo y la desorientación de los propios consumidores! finalmente, como escribía entonces, es una de las más efectivas maneras de acrecentar la curiosidad sobre los materiales nocivos; precisamente las críticas que intentan frenar su éxito material son las que logran incrementar sus ventas.
Sin embargo, en las últimas semanas he escuchado muchos comentarios de parte de mis compañeros catedráticos universitarios sobre un libro de los llamados “Best Seller”: “El Código Da Vinci”. Algunos me hicieron una invitación para que leyera el texto, cosa que hice un tanto a regañadientes, además de repasar algunos resúmenes y críticas; por último, influyó en mí un lector de “Diálogo”, que me mandó material firmado por J. Ginés Rodríguez, que sumado a otros leídos me animaron a escribirle esta entrega.
El citado libro es una novela de ciencia-ficción escrita por un tal Dan Brown, que se desarrolla en Europa entre investigaciones de mitos y leyendas de las Cruzadas, de los Caballeros de la Mesa Redonda y el supuestamente existente Santo Grial, haciendo una maquiavélica mezcla de verdades y mentiras, reavivando el morbo que todos tenemos, tratando de poner en duda los principios y valores religiosos que mueven al Cristianismo.
Afirma barbaridades para el creyente del mundo occidental cristiano, tales como que Jesús no es Dios, que tan sólo fue un hombre que después de más de trescientos años de haber muerto fue deificado por intereses de conquista; o que María Magdalena fue la compañera sexual; también dice que el día domingo, como descanso, fue idea robada a los paganos (en eso hay algo de verdad manipulada) y que el cristianismo, encabezado por Cristo es machista.
Sin duda que todos son temas de discusión para las masas humanas del mundo actual, que buscamos afanosamente la verdad; son ideas incendiarias que administradas sin pudor ni ética producen un éxito de ventas (tradúzcase de ganancias en dinero), sin importar la confusión que siembran entre la gente común y corriente que poco sabemos de Cristología, Teología, Historia o Arqueología Bíblica. ¿O habrá otros intereses ocultos?... tal vez.
Le cito algunos resultados de ventas denunciadas en la propaganda escrita: Treinta millones de libros vendidos en otros distintos idiomas y los millonarios derechos para filmar la película por la empresa cinematográfica Columbia Pictures. Con eso haga Usted sus cuentas.
El libro es una mala copia de la escritura de Umberto Eco, que con su “Péndulo de Foucault” o “El nombre de la Rosa” deleitó a los conocedores del género del misterio y la aventura, quien además es un filósofo reconocido y pensador del tema educativo de primerísimo nivel mundial, detalle que marca la enorme diferencia con Brown, un maestro oscuro y escritor de libros de altas ventas y pobres contenidos, de nula originalidad.
La pluma mercenaria mezcla la forma de escribir de Eliette Abecannis y su libro “Qumram” y se apoya en la moda cinematográfica impuesta con películas como “El señor de los anillos”, “Harry Potter” y “Ojos bien cerrados”. Otra catedrática universitaria, Margaret M. Mitchel, de la Universidad de Chicago, se refiere al Código Da Vinci escribiendo: “Fue divertido leer, aunque un poco predecible y lleno de predicación... un thriller novelado que presenta un montón de trozos históricos acertados mezclados con falsedades y afirmaciones que llevan al error”.
La misma crítica de desaprobación y acusaciones de falsedades mal intencionadas recibe de P. Gregory Jones, sacerdote episcopal que declara: “El libro difumina las líneas básicas entre ficción y realidad de una forma que a mí me parece engañosa, falsa y que lleva a conclusiones erróneas” y más adelante dice: “Y lo más extraño es que Brown pudo haber escrito básicamente lo mismo en su libro, sin inventar hechos históricos mayores. Pudo haber criticado al Cristianismo histórico, defender la causa de las mujeres y reivindicar lo sacro de la feminidad, dentro de hechos reales de la historia de la Iglesia”.
En ese tono se refieren otros maestros laguneros que dicen en sus pláticas (que disfruto enormemente) que nunca una copia será tan buena como la idea original. El autor afirma que Jesús tuvo como compañera a María Magdalena, fusilándose las ideas creativas de algunos autores apócrifos, el más reciente José Saramago y su “Evangelio de Jesús”; la idea de que Jesús no era Dios la obtuvo como refrito del apócrifo de Felipe y los evangelios gnósticos; dice que los cristianos son antifeministas, acusación ignorante, de quien no ha leído los textos judaicos, especialmente el Pentateuco, con Crónicas y los Libros de Samuel, eso sin olvidar la destructiva postura de José Rodríguez y su texto “Dios nació mujer”.
El fondo del propósito de esas escrituras habrá que buscarlo en las nuevas teorías del New Age y el Individualismo, así como en las formidables armas en que se han transformado los estudios de las debilidades humanas de la sociedad moderna, que aplicados a la mercadotecnia y venta a las masas se han convertido en un medio para desvirtuar los valores, muy especialmente los sociales y religiosos.
Hoy en día atacar al Cristianismo es un negocio que se escribe con cifras de cientos de millones de dólares.
Ésta es una verdad que conocen los negociantes que aplican la información y estadística para vender libros, películas o crear nuevas modas en la sociedad occidental; el medio por el que obtienen pingües ganancias, logrando posicionar ideas que se traducen en nuevas y mayores ventas.
Tal es el caso del citado “Código Da Vinci” que ha sido catalogado como “estafa” por los pensadores serios del mundo actual, que ha generado mucho dinero y ha desconcertado a la mayoría de los lectores. ¿Quién se beneficia?
Como le escribía al principio de este Diálogo, espero no sirva para promocionar el libro y sí para invitarle a reflexionar sobre la manipulación de que somos objeto. Para evitar que nos sorprendan escritores que con su pluma mercenaria crean textos engañosos (a solicitud de sus editores) que revuelven la historia y nos confunden, enriqueciéndolos de paso con la lucrativa explotación del morbo. ¿Qué opina?
ydarwich@ual.mx