DESIGUAL.
La discriminación no es algo que se haya erradicado de nuestra sociedad, al contrario, el trato al diferente está condimentado con el salobre sabor de la segregación.
De esto pueden dar fe las mujeres, que en muchas ocasiones perciben salarios menores a trabajo igual o carecen de la oportunidad para acceder a puestos de mayor importancia; los indígenas, los pobres, los selectos, los nacos, los discapacitados, los migrantes, las prostitutas, las minorías peligrosas, la servidumbre doméstica, en fin, variopinta es la gama de seres humanos que sufren el flagelo de la desigualdad.
Los atletas paralímpicos pueden perfectamente dar fe de ese trato discriminatorio. En este país donde el esquema deportivo está al revés pues no se otorgan los apoyos necesarios para que el deportista efectúe su preparación sino premios una vez que se obtienen medallas, los hombres y mujeres con discapacidad se la tienen que rifar en serio para lograr su sueño.
Estas personas para las que hechos tan cotidianos y sencillos como levantarse de la cama, ir al baño o subir una escalera se convierte en una verdadera hazaña, se merecen toda la admiración y respeto de una sociedad proclive al desinterés y la poca solidaridad.
Otro aspecto de la desigualdad se presenta en la promoción y difusión de las diversas manifestaciones deportivas en nuestro país; mientras que la mayoría de los eventos se debaten entre la abulia y la poca promoción por parte de los medios, el futbol acapara titulares, promoción y espacio en prensa, radio y televisión.
El problema radica en que la oferta del balompié en México como espectáculo es bastante pobre, por lo que los espacios se llevan generalmente con chismes y dimes y birretes de la gente de pantalón largo.
Los demás deportes han dejado de ser atractivos para los patrocinadores y agonizan de inanición por falta de estímulo económico.
Por ejemplo, se sigue con acuciosidad la actuación de los futbolistas mexicanos en el extranjero, siendo Rafael Márquez el único elemento de categoría, se gasta tinta en hablar de DeNigris en Colombia, Aguirre en España y hasta de Nery Castillo en Grecia.
Mientras nuestros peloteros enrolados en clubes de grandes ligas triunfan clamorosamente.
El título de campeón productor de la Liga Nacional del oaxaqueño Vinicio Castilla es una hazaña que habrían que festejar ruidosamente.
Producir 131 carreras no es un asunto menor y une su nombre a otros latinos destacados en ese departamento como Orlando Cepeda, Andrés Galarraga y el histórico Sammy Sosa, de Chicago.
Ojalá las marcas importantes y los medios masivos de comunicación entendieran que aquello de que el mundo es un balón, es una falacia... sobre todo en México.
Otro mexicano destacado en la gran carpa fue el lanzador de los Piratas de Pittsburgh, Oliver Pérez.
El sinaloense cerró campaña con 239 adversarios ponchados, con lo cual quedó a sólo tres de la marca de Fernando Valenzuela quien en 1986 consiguió abanicar a 242 bateadores.
Gran trabajo de Oliver y ojalá el próximo año con la franela bucanera o cualquier otra se consolide como un lanzador de primera línea.
Qué bueno que no todo es futbol.