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Columna de Arturo Brizio

PARECE LÓGICO.

En la Liguilla del futbol mexicano se habla de sorpresas en la conformación de los juegos de semifinal, sin embargo, tomando en cuenta lo sucedido en el torneo regular, parece lógico que los equipos marcados como favoritos hayan caído a las primeras de cambio.

Los Tiburones Rojos del Veracruz, cuya baja de juego era evidente a últimas fechas, dejó la Liguilla ante el campeón; ni el lleno en el estadio ni las mentadas de Cuauhtémoc Blanco al silbante atemperaron una eliminación que tiene que ser dolorosa. Los escualos inscriben su nombre junto al de otros superlíderes que se fueron por la puerta de atrás como La Piedad y Jaguares, desaprovechando una brillante oportunidad de derrotar a la historia.

Si la inactividad de la última fecha, producto de la intemperancia de su presidente influyó, sólo ellos lo saben.

Uno de los cuadros de más sólida reputación en el medio, cuando de Liguilla se trata, es el Toluca. Sólo que ahora, fruto de la irregularidad de este campeonato, resulta que en sólo dos partidos permite ocho goles. Nada más el 50% de los encajados en temporada regular.

Atlante, con un planteamiento inteligente y ofensivo, liquidó a los rojos y de paso a su irascible técnico, quien a sí mismo se dio las gracias.

Monterrey echó fuera a otro que se suponía llegaba en gran momento a la fiesta grande: el Pachuca.

Mucho se habló del oficio de este equipo, de la maduración como entrenador de Rubén Omar Romano y del equilibrio exhibido, pero a pesar de todo esto, faltó un ingrediente fundamental en este tipo de partidos: agallas, determinación y pantalones.

Los jugadores tuzos en su mayoría no estuvieron a la altura de la institución que representan, y así Monterrey, sin hacer mucho, está instalado en semifinales.

Atlas desnudó las carencias del Guadalajara zarandeándolo en fea forma a la ofensiva y defendiéndose con atingencia. Chivas nunca encontró el equilibrio y cometió errores imperdonables como fallar dos penales y regalar un gol en la persona del confiabilísimo Oswaldo Sánchez. Por cierto, este gran arquero se vio mal al no querer saludar al meta rojinegro Antonio Pérez, exhibiendo poca madurez para aceptar la derrota.

En fin, los encuentros parecen diseñados para emocionarnos. Ojalá se llenen los estadios, los jugadores se brinden y el arbitraje sea sólo un factor más.

Los cuatro técnicos jugaron alguna vez en el Atlante. ¿Querrá decir algo?.

El arbitraje en esta Liguilla ha estado a la altura de las circunstancias, sobre todo si tomamos en cuenta la extrema presión a que se han visto sometidos.

Todo mundo habla de arbitraje y lo peor es que lo hace para mal; se descalifica a priori al silbante en turno y después se le toma como magnífico pretexto para dejar de reconocer los propios errores.

Ferreti reclamando luego de que su equipo se comió ocho goles, Graniolatti previniendo sobre el trabajo de Gilberto Alcalá en Veracruz, Romano encarando al suplente Abramo Lira y la banca puma pasándose de lanza, son ejemplos de este linchamiento.

Ojalá el arbitraje siga por esa senda.

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