DE ALARIDO.
Se ha terminado el primer capítulo del drama singular que se escribe cada seis meses en nuestro futbol con la gran final del campeonato mexicano.
Monterrey se metió a Ciudad Universitaria con el objetivo de hacer valer una faceta desconocida en ellos: mostrarse como un visitante incómodo y vaya que lo lograron.
Tradicionalmente los Rayados han sido un cheque al portador cuando del Tecnológico le toca salir, pero parte importante de la mística que les ha sabido inyectar Miguel Herrera es precisamente no achicarse en patio ajeno, y la presión natural que significó abrir en el Pedregal, la serie definitiva la manejaron con atingencia.
Pumas salió dormido al primer tiempo, dejando la garra, la dinámica y la velocidad guardadas en el vestuario, y de esa manera le cedió la iniciativa a un equipo regio que la aceptó gustoso; tan fue así que la visita se fue arriba en el marcador mediante la anotación conseguida por ese artillero letal en que se ha convertido "Guille" Franco.
Así se fueron al descanso, y lógicamente se esperaba una reacción de la banca universitaria: y así fue. Hugo Sánchez ha tenido a lo largo de la campaña, entre otras virtudes, la de saber manejar perfectamente a sus hombres, y ahora sacó a Pineda para ingresar al joven David Toledo y ¿saben qué?, le dio resultado.
El cuadro felino se transformó en ese equipo machacón y guerrero que conocemos y que vende cara no sólo la derrota sino cualquier posibilidad de ser doblado, y así emparejó no sólo el marcador sino las acciones. Además, contó con la demora del "Piojo" para contestar el cambio, ya que cuando sacó a Adame para meter a Peralta acabó de descomponer su medio campo, permitiendo que Universidad controlara las acciones.
Con ese escenario, el hecho de que cayeran los goles parecía de trámite, y así el capitán Beltrán, con un soberbio remate con alto grado de dificultad consiguió el empate, y luego, para acabar de demostrar lo oportuno de su ingreso, Toledo marcó el tanto de la diferencia y que llevará a Pumas con ventaja allá, al pie del Cerro de la Silla.
El próximo sábado se cerrará el episodio de misterio y terror de esta final y el script parece diseñado para la emoción y la cardiopatía; Monterrey irá con todo al ataque buscando el gol que le dé tranquilidad e impida que el reloj se vuelva su enemigo, y de paso, vuelva un manicomio al Estadio Tecnológico. Pumas por su parte intentará, como lo hizo ante Veracruz y Atlas, controlar los embates del local, y en una oportunidad, dar el zarpazo letal que le permita erigirse en el primer bicampeón desde que existen los torneos cortos.
Del arbitraje hay que decir que cumplió. Mauricio Morales, sin hacer un trabajo fuera de este mundo, condujo las acciones sin influir en el resultado, lo que ya es bastante. Quizá se salió un poco de su estilo guardando las tarjetas y perdonando y consintiendo a algunos jugadores, sobre todo a Verón, quien reiteradamente fauleó a Franco, sin embargo pudo llevar a buen puerto el encuentro.
Evidentemente hay una instrucción de la Comisión de Árbitros en el sentido de no meterse con los entrenadores, lo cual me parece correcto; lo malo es que los directores técnicos no han entendido que su función primordial es dirigir a su equipo y no estar hostigando al árbitro. Hay que recordar que la violencia se genera muchas veces a partir de actitudes majaderas como a las que son afectos Hugo y Miguel.
En fin, lo mejor está por vivirse, y será, no le quepa a usted la duda, de auténtico alarido.
