VACÍO DE AUTORIDAD
La Liguilla del Torneo Apertura 2004 tuvo, además de partidos vibrantes, un show extra, y por el mismo boleto: el bochornoso comportamiento de los entrenadores.
El papel del director técnico creo que se ha sobredimensionado en nuestro futbol, y en buena medida somos los medios quienes engrandecemos a estos personajes dando minuciosa cuenta y detalle de todo lo que hacen y dicen.
Frecuentemente escuchamos en una transmisión cualquiera que el comentarista en turno indica a los teleespectadores: ?el técnico fulano de tal no se ha parado todavía de su banca?, o sea, que según sus cuentas es una obligación que el entrenador esté permanentemente de pie en el área técnica, gesticulando y gritando órdenes que frecuentemente ni siquiera son escuchadas por sus dirigidos dentro del terreno de juego.
En otras latitudes el director técnico permanece sentado y nunca he visto a exitosos mentores como Alex Ferguson o Frank Rijkkard saltar como chimpancés o estar constantemente desaprobando las decisiones arbitrales. Con esto quiero decir que México es de los pocos países donde el responsable de la banca asume actitudes que rayan en lo grotesco con tal de tener contentos a sus directivos, seguidores y, por supuesto, a la prensa con el viejo cuento de que sienten profundamente el futbol.
La regla de juego establece en el apartado correspondiente al cuerpo técnico que el comportamiento del entrenador en el banco de suplentes deberá ser intachable, cosa que en la mayoría de los partidos de la Primera División no acontece.
Concretamente en los juegos de la gran final fue muy alabado que los hombres que fungieron como cuarto oficial no molestaran a los técnicos Miguel Herrera y Hugo Sánchez, permitiéndoles protestas y actitudes poco deportivas, diciendo que con ello le permitían al árbitro central desempeñar su trabajo sin contratiempos.
Puede ser que esa actitud permisiva sea bien vista, pero es definitivamente antirreglamentaria, y lo que está generando es que algunos entrenadores en lugar de dirigir a su equipo pareciera que llevan la cuenta de los errores arbitrales, contaminando con ello el ambiente del partido y transmitiendo violencia hacia el graderío.
La pregunta sería, puesto que la H. Comisión de Árbitros ya puso tiro en los partidos de marras, ¿cómo se va a proceder la próxima campaña?, porque es un hecho que el mal ejemplo cunde, y en el momento en que algún juez haga cumplir la Ley, seguramente será duramente criticado.
Aunque parece una frase común, repetitiva y hueca, la Ley no puede ser objeto de negociación. Por eso estamos como estamos puesto que en este país desde la más alta cúpula del poder hasta en la célula fundamental de la sociedad, que es la familia, se ha abdicado al legítimo derecho de ejercer la autoridad. Para macabra muestra recordemos las siniestras imágenes de Tláhuac.
Considero que la Federación Mexicana de Futbol, en su carácter de organismo rector del balompié en nuestro país, debe convocar a los entrenadores que dirigen en el máximo circuito a un pacto de civilidad que propenda a devolver la corrección y las buenas maneras al banco de mando.
El vacío de autoridad empieza por nimiedades y termina por convertirse en una bola de nieve que luego nadie puede parar.
Por supuesto que no se puede generalizar en cuanto al mal comportamiento de algunos directores técnicos, pero el riesgo radica en que en este momento el más famoso y emblemático de ellos, que es precisamente el campeón del futbol mexicano, es quien asume las peores actitudes.
Quitarse el saco, arrojarlo al suelo, ponérselo al revés, gesticular pidiendo supuestas faltas, tirarse al suelo fingiendo ser apuñalado, son expresiones que Hugo Sánchez no haría, seguramente, si dirigiera al Real Madrid, pero ha aprovechado la dejadez de nuestros silbantes y la comodina parsimonia de la autoridad arbitral para cometer todo género de tropelías dirigiendo a Pumas.
Ahora que hablamos de técnicos, y un poquito al margen, justo es reconocer la gran labor de dos jóvenes mexicanos que hicieron bien su trabajo en la temporada que acaba de concluir: Sergio Bueno con el Atlas y el Profe José Guadalupe Cruz con el Atlante. Para ellos mi reconocimiento, y ojalá sigan en esa misma línea.