SE VA UN GRANDE
El año que agoniza trajo consigo noticias importantes en el ámbito deportivo. Al ser año olímpico, por supuesto que lo acontecido en Atenas acaparó los titulares, y durante un mes aproximadamente los ojos y corazones del mundo hicieron una tregua con otros dolorosos sucesos para sólo aplaudir las hazañas de esos semidioses.
México sacó con las justas lo prometido, trayendo de Grecia cuatro medallas; Ana Gabriela Guevara nos regaló una de plata que quizá a ella le supo a poco, Belem Guerrero sacó la casta y mostró un corazón acorde a su apellido para obtener, junto con Iridia Salazar sendos segundos lugares. El joven Óscar Salazar obtuvo un bronce ganado a puro pulmón.
Fracasó el futbol al llevar una Selección formada por jugadores profesionales que son figuras en sus equipos y regresar antes de tiempo.
Ricardo Antonio La Volpe había prometido, como meses antes con la Copa América, ganar el evento y traer la medalla de oro. Palabra que sale de tu boca ya no es tuya y el estratega argentino tuvo que tragarse su baladronada.
También fue año de la Copa Europea de Naciones, y de manera absolutamente sorpresiva Grecia la ganó para desconcierto de los expertos.
Parece que se confirma la tesis de que en los tiempos que vivimos es más importante el estado físico-atlético del jugador y el orden táctico que la imaginación y la búsqueda incesante del arco rival.
Con pocos pero muy bien aprendidos argumentos el cuadro helénico fue sembrando rivales y llegó como víctima a la gran final ante el anfitrión; Portugal se aprestaba al festejo y sucumbió ante una horda de robots.
La Copa Libertadores de América no fue la excepción y trajo consigo un campeón inusitado, el Once Caldas de Colombia aplicó un principio parecido al de los griegos y jugando horrible ganó la máxima justa continental.
En México, los Pumas lograron el bicampeonato en dos torneos diametralmente opuestos. En el primero, jugando bonito y ganando con autoridad; el segundo a golpe de esfuerzo, transpiración y suerte.
El final del año nos trae la novedad del retiro de uno de los más impresionantes jugadores brasileños de todos los tiempos: Romario.
Dueño de una técnica depurada, una conducción de balón como para no prestársela a nadie, un pique corto que derrumbaba defensivas y una calma cínica para definir, irrumpió en el balompié mundial jugando para el popular club Vasco da Gama de la ciudad de Río de Janeiro.
Después de exhibir su habilidad con la selección brasileña, emigró al futbol holandés donde deslumbró al mundo enfundado en la playera del PSV Eindhoven y posteriormente vivió días de gloria con Barcelona.
Temperamental, amigo de la noche y la fiesta, abúlico, poco dispuesto al sacrificio del entrenamiento diario, frecuentemente entró en conflicto con directivos, entrenadores e incluso con miembros de la ?torcida?, como se le conoce a los aficionados en Brasil.
Además de Vasco, jugó en los populares clubes Flamengo y Fluminense, siendo éste su último equipo.
Tuve el privilegio de arbitrar un encuentro en el que jugaba Romario; fue en el verano de 1994 en la Copa Mundial de Estados Unidos.
En San Francisco, se enfrentaron Brasil ante Camerún y el astro marcó dos goles.
Recuerdo su figura fuerte aunque poco atlética; chaparrón, sambo, parecía adormilado en la cancha, pero de pronto como un disparo salía en pos del balón y horadaba la defensiva africana.
Lo amonesté de palabra por una reclamación, pues en la inauguración había expulsado al ?Diablo? Echeverri, de Bolivia, pero a Romario le dije: ?oblígame a echarte, porque contigo sí me hago famoso?.
El popular ?Chapulín? manifestó cansancio a los 38 años de edad, aunque en declaraciones posteriores afirma que todavía no piensa en el retiro.
Me parece que ha llegado el momento de decir adiós.
Reciban desde Hermosillo los mejores deseos de salud, trabajo y prosperidad para el próximo año 2005.