M I E D O S O
Dice un refrán popular que más vale morir de pie que vivir hincado y tiene toda la razón; en la vida hay momentos en que se vale jugarse completo en pos de un ideal y así abandonar el tedio de una existencia mediocre.
Pero el ser humano suele ser conformista prefiriendo el entorno comodino de la poca competencia, reptando como gusano en lugar de ir en pos de algún lejano acantilado.
El miedo es quizá la reacción humana que más rápido se contagia. A lo mejor la risa, la pena o el dolor no cunda tan veloz como lo hace el terror.
Estas reflexiones en torno al miedo me asaltan después de ver el partido entre América y Veracruz el pasado domingo en la cancha del estadio Azteca.
La historia señalaba como víctima propiciatoria a un tiburón con más de tres décadas de no ganarle a los cremas en el Distrito Federal y aunque se diga que la estadística no juega, lo cierto es que se vuelve una tendencia casi mandatoria aquello de que el que juega por necesidad, pierde por obligación.
El caso es que los escualos se meten al Coloso de Santa Úrsula en pos de su enésima derrota en la capital; incluso, a los pocos minutos del encuentro se ven abajo en el marcador pero resulta que el América vuelve a las andadas y su juego de altibajos le da aire al visitante, quien con un soberbio gol del uruguayo Bizcayzacú a pase de Emilio Mora emparejó la contienda.
La ruleta giró y cayó en una casilla de color rojo pues Reinaldo Navia se hizo expulsar ridículamente cuando corría el minuto 40 del primer tiempo.
Con este escenario totalmente a favor de los del puerto se esperaba un segundo tiempo de aquelarre para las Águilas. Un Veracruz agresivo, en pos de todas las canicas, demoliendo el muro defensivo que seguramente colocaría el cuadro de casa.
Leo Beenhakker ajustó sacando al delantero Ariel González y mandando a la cancha a Duilio Davino, esperando poder capear el temporal, pero la tormenta se volvió llovizna, pues lo que vimos fue un planteamiento medroso que jamás intentó ganar el partido, con cambios de hombres pero no de táctica, en fin, un sistema anacrónico que le permitió a los americanistas no sólo salir ilesos sino incluso, lucir.
El resto fue de carpa: provocaciones de Blanco con Grosso, goles ilegales fruto de faltas ridículas, un arbitraje blandengue y desconcertante, un tiburón desdentado y zacatón que no acudió a su cita con el destino.
Mucho tiempo habrá de transcurrir antes de que el cuadro jarocho pueda tener otra oportunidad de vencer al América en su propia cancha.
La humillación no fue perder sino la forma en que aconteció.
Daniel Guzmán y sus jugadores deben sentir vergüenza por no intentar al menos, con toda su fuerza, obtener la victoria.
Ni modo, las grandes batallas no las ganan los cobardes.
La otra cara de la moneda la está mostrando el Jaguares de Chiapas. Franquicia nueva, estrenando propietarios y con broncas de descenso, el plantel lucha por conseguir una identidad y aparece, aunque muy temprano, en la cima de la clasificación general.
José Luis Trejo le ha dado orden al equipo y los jugadores salen a morirse en la raya, logrando que por lo menos la aduana tuxtleca se vuelva invencible.
Falta mucho camino por recorrer, pero hoy el Cañón del Sumidero canta un himno de victoria por estos Jaguares que han demostrado bravura.
Demasiado grande el contraste entre estos felinos y el miedoso tiburón.