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Columna/ El portero

Javier Fuentes de la Peña

Mis padres durante su juventud quizás jamás imaginaron que hoy pudiera tener una biblioteca en mi computadora o que pudiera a surgir una nueva forma de comunicación que va sustituyendo a pasos veloces al correo convencional.

Internet ha revolucionado nuestra época e incluso nuestros hábitos. Hoy podemos hacer casi cualquier cosa desde Internet, desde recibir una carta, hasta comprar un coche. Hay quienes son enemigos de este adelanto técnico argumentando que en la red virtual viaja más basura que cosas valiosas. En parte tienen razón, sin embargo, la vida en este planeta sería completamente caótica si de un día para otro se prohibiera el acceso a Internet.

Hace días me convencí que en la red virtual no todo es basura, pues un amigo me envió por correo electrónico una historia que dejó en mí una gran lección y que a continuación la transcribo.

Jorge vivía en un pequeño pueblo colombiano y trabajaba de portero en un prostíbulo, oficio exclusivo de aquellas personas que no sabían hacer nada más. De hecho, Jorge nunca había aprendido a leer ni a escribir y no sabía hacer otra cosa que permanecer horas de pie junto a una puerta controlando el acceso al lugar.

Un día murió el dueño del prostíbulo y su hijo, un joven educado y emprendedor, se hizo cargo del negocio con la meta de modernizarlo. Tan pronto como llegó a su primer día de trabajo, citó al personal para darle nuevas instrucciones. A Jorge, su nuevo jefe le pidió que, además de estar en la puerta, preparara un reporte semanal donde registrara la cantidad de personas que entraban y sus comentarios y recomendaciones sobre el servicio. Pero como el humilde portero no sabía escribir, fue echado a la calle y se quedó sin trabajo. Jorge sintió que el mundo se derrumbaba.

No sabía hacer nada, excepto que permanecer horas en una puerta y arreglar, de vez en cuando, alguna silla rota o una fuga de agua. Un día, mientras descansaba de no hacer nada, un vecino le tocó la puerta para pedirle un martillo. Cuando Jorge se lo prestó, el vecino insistió que mejor se lo vendiera, pues lo iba a necesitar por más de un mes. El antiguo portero aceptó gustoso la oferta con tal de recibir algunas monedas.

Dos días después otro vecino del barrio llamó a su puerta para pedirle unas pinzas, pero no tenía. Entonces ese hombre le pidió que si emprendía un viaje al pueblo vecino en donde había una ferretera le pagaría el viaje y además una comisión por el trabajo. Jorge aceptó, ensilló su caballo y viajó hasta el pueblo vecino que estaba a unas cuatro horas y al otro día llegó con las pinzas. Jorge tenía cada vez más viajes al pueblo vecino hasta que un buen día decidió instalar su propia ferretera. Todos recibieron con gusto al negocio de Jorge quien, gracias a las ganancias, se compró una maquinita para hacer clavos y luego fabricó un molde para hacer martillos y luego pinzas. Para no hacer el cuento largo, al cabo de diez años aquel portero de un prostíbulo se convirtió en un destacado comerciante.

Un día el Alcalde del pueblo decidió hacerle un homenaje. Durante su discurso aquel funcionario le dijo: “Estoy asombrado. Usted construyó un gran negocio. Me pregunto ¿qué hubiera sido de usted si hubiera sabido leer y escribir?”. “Si yo hubiera sabido leer y escribir –contestó Jorge- ¡todavía sería el portero del prostíbulo!”.

El cuento sirve para demostrar que casi siempre los cambios nos traen cosas buenas. Hace más de tres años los mexicanos decidimos cambiar nuestra historia y poner un alto a la dictadura del PRI. Es cierto que hasta el momento parecen mínimos los efectos positivos de tal cambio, pero estoy seguro que el tiempo nos permitirá ver que las cosas están mejorando en nuestro país.

Cuando Vicente Fox era candidato nos ofreció un México que seguramente nunca veremos. Como era lógico, nuestro Presidente ha sido incapaz de cumplir sus promesas y por eso ha recibido tantas críticas hacia su administración. Sin embargo, nadie puede responsabilizar sólo a Fox de que el Gobierno del cambio prácticamente no haya logrado hacer hasta ahora un cambio significativo. Para que en nuestro país se lleve a cabo una verdadera transformación, es indispensable que nosotros también experimentemos un cambio.

Si cada día nos entregamos en nuestro trabajo y luchamos por la justicia y contra la corrupción, veremos que las cosas comenzarán a ser diferentes. javier_fuentes@hotmail.com

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