Uno de mis pasatiempos favoritos es el reunirme con mis amigos. Cuando tenemos la oportunidad de estar juntos nos duele el estómago de tanto reírnos al recordar viejas vivencias. Sin embargo, hay ocasiones en que las reuniones se vuelven un poco serias y no faltan las discusiones entre algunos de nosotros. Esto sucede principalmente cuando se tocan tres temas: mujeres, religión y política.
Recuerdo una vez que un amigo acababa de terminar con su novia después de haber durado con ella más de tres años. Mi amigo decía que por fin se sentía libre, pues, a su juicio, las mujeres lo único que hacen es tratar de mortificar a los hombres con puras cosas secundarias. Decía también que las mujeres quieren tener siempre al hombre con ellas y que se les tiene que pedir permiso hasta para respirar o ir al baño. Yo le contesté que no podía generalizar y hasta me tomé el atrevimiento de citar la frase de Víctor de Jouy: ?Sin la mujer, al comienzo de nuestra vida nos hallaríamos desvalidos; a la mitad de ella, sin un motivo para seguir viviendo y al final, sin consuelo?. A pesar de esta frase lapidaria, la discusión siguió y como siempre ocurre, no se llegó a nada.
Otra discusión que con frecuencia se suscita en las reuniones con mis amistades es sobre aspectos religiosos. Tengo un amigo ateo y no hay poder humano que lo pueda convencer de la existencia de Dios. En una ocasión cometí el error de ponerme a discutir con él. Yo le decía que el simple hecho de ver a un recién nacido o el contemplar al firmamento lleno de estrellas, eran motivos suficientes para convencernos que sólo un ser supremo pudo haber creado esas maravillas, sin embargo, él me contestó con una pregunta que suelen hacer los que no creen: ?¿Cómo puedes demostrarme que existe Dios si ni siquiera lo has visto??. Yo le contesté que cómo podía demostrarme él que Dios no existe. Una vez más la discusión fue en vano, pues no se llegó a nada.
A pesar de todo, la controversia causada por el tema religioso y sobre la mujer, no se acerca ni tantito a la trifulca que se arma cada vez que se habla de política. Basta que uno de mis amigos comience hablar de sus preferencias políticas, para que otro lo contradiga y comience así una fuerte discusión. ?¡No es posible que el PRI siga existiendo! Después de tantos gobernantes corruptos emanados de ese partido, me parece increíble que existan mexicanos que todavía confíen en esa fuerza política?. ?¿Quién puede decir que Fox es un digno acreedor de nuestra confianza? Nadie. El PRI es el único partido que sabe gobernar?. ?Todos lo políticos son unos mañosos. Cuando son jóvenes se dedican a lamer los zapatos de sus jefes y cuando son adultos, están felices de poder pisotear por fin a sus subordinados?. Estos argumentos y otros que por cuestiones morales no puedo publicar, son sólo algunos de los que se pueden escuchar cada vez que mis amigos y yo hablamos de política.
Dos cosas he aprendido gracias a las reuniones con mis amigos. En primer lugar, que hablar de mujeres, de religión o de política y pretender llegar a un acuerdo general, es algo utópico. En segundo lugar, que en cualquier discusión debe estar siempre presente el respeto.
Una característica que tenemos los mexicanos es la de apasionarnos muy fácilmente. Cuando gana la Selección de Futbol, miles de personas salen a las calles a festejar el triunfo. Cuando el América pierde un clásico, no falta quién se suicide. He sabido también de casos de familias que han dejado de hablarse porque unos le van al PRI y otros simpatizan con algún partido opositor. Todo esto sucede por fanatismo, el cual pone freno a la razón y sobre todo, hace que el respeto y tolerancia hacia las diversas formas de pensar desaparezca.
En estos días, los coahuilenses estamos a punto de quedar envueltos en un ambiente de efervescencia política. No dejemos que el fanatismo gangrene nuestro cerebro, sino más bien, sepamos respetar las preferencias de cada persona.
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javier_fuentes@hotmail.com
