El desarrollo de las competencias para el trabajo es tema de aprendizaje y discusión que ocupa a los administradores en el nuevo mundo del conocimiento; ser capaz de efectuar una labor en particular, poder cumplir una tarea con la calidad de “cero errores” es algo altamente valorado en esta nueva época, en la que queremos alcanzar los más altos índices de productividad.
Las competencias laborales se definen como los conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que debe tener una persona para garantizar la calidad en su desempeño y es responsabilidad de las empresas transformar los sistemas tradicionales de capacitación. A este concepto habrá que agregar “con sentido humanista”, refiriéndonos al fin último de las actividades humanas: los hombres y las mujeres que pueblan el planeta, todos incluidos, atendiendo sus necesidades y derechos fundamentales.
Hacer más con menos; obtener mayores beneficios con la menor inversión; pagar poco y ganar mucho, han sido parte de las posturas de los seres humanos del mundo simplemente productivo, que no necesariamente podía llevarnos a los niveles de calidad de vida deseables para todos. De hecho, está visto que ni el neoliberalismo, ni el desarrollo del sistema democrático de occidente nos han permitido alcanzar equidad en la calidad de vida; cada día hay menos ricos con más riqueza acumulada y más pobres con mayor profundización en su pobreza.
Algunas posturas de la administración tratan temas referentes al ser humano y su vida laboral, dejando entrever la importancia de cuidar su desarrollo integral más allá de la productividad, incluyendo además su vida familiar, social e individual. Muchos pensadores han denunciado las hondas diferencias entre ricos y pobres, como causa de los males del presente, entre ellos el terrorismo, la guerra y la violación del orden internacional, incluidas todas las políticas y económicas.
Algunos teóricos hablan de competencias básicas y de orden superior, que incluyen capacidades de liderazgo, gestión, comunicación, motivación, etc.; a otros les parece insuficiente la descripción y usan el término de desarrollo humano integral. La diferencia está en que los primeros buscan la productividad en términos materiales y los otros considerando, en lo posible, la calidad de vida del trabajador y sus familias, sin descuidar la economía y el fin último de la empresa, por el contrario, incrementando ingresos y patrimonio a partir de la alta y la mayor calidad de la producción, por la satisfacción por la tarea. Esta es una nueva visión empresarial que está demostrando su validez en el primer mundo.
Del 23 al 26 de noviembre de 2004, un grupo de universitarios se reunieron en Barra de Navidad, Jalisco, para discutir sobre el tema, convocados para el X Encuentro de la Red Universitaria de Educación Continua de América Latina y el Caribe. Aparecieron personajes de Latinoamérica, Canadá, España e Inglaterra, quienes expresaron sus opiniones sobre cómo lograr que los humanos podamos desarrollar esas “competencias y talentos” para la productividad mundial; una corriente de los asistentes insistió en términos de desarrollo integral, entre ellos los representantes de la Universidad de La Laguna.
Lucero Celis Carvajal y José Luis Torres, ambos educadores colombianos, disertaron ante la audiencia asistente sobre los enfoques comportamentales y funcionales.
La primera habló del trabajo humanista en el enfoque comportamental, que centrado en la persona busca dar valor social a los seres humanos; el profesor Torres presentó el funcional, basado en cado uno de los individuos y en términos generales. Ambos concluyeron que lo importante es trabajar en el desarrollo de las competencias laborales, a partir de la buena ubicación de cada cual, conforme a sus habilidades y talentos.
Ninguno de los dos habló sobre el valor humanista, que da sentido al qué hacer y con qué hacer las cosas; olvidaron el para qué, el sentido final que justifican todas las acciones. De paso le comento las propuestas de algún tecnócrata de la educación importado por una universidad mexicana, de Inglaterra, que habló en términos de costos de producción en la educación, como una simple factoría de profesionales en donde lo importante es la baja inversión para lograr el producto (sus egresados), sin “gastar en los indirectos” (materias de contenidos en valores trascendentes y humanos) que ayudan a la formación de los futuros profesionistas de México. “Un nuevo evangelio para la educación superior” como definiera agriamente alguno de los expertos asistentes.
Los conocedores de la empresa moderna europea dieron a entender que son los recursos humanos lo más valioso que poseen las instituciones comerciales o industriales. “Es con las personas como habrán de alcanzarse los niveles de producción deseados, los que hacen competitiva a cualquier industria”, refiriéndose al cuidado a los empleados, desdeñando utilizarlos como simples medios para la producción.
Cada vez son más obsoletas las ideas y propuestas que trataban temas de eficiencia y eficacia tomando a los seres humanos como uno más de los recursos, no el más importante; y lo que es peor, pensar que las metas se logran a través y sobre las personas y no con ellas. Afortunadamente algunos asistentes hicieron notar el fin último de la producción: el beneficio para la humanidad; alcanzar los mayores niveles de calidad de vida, luchando contra las diferencias de condiciones de ricos y pobres. ¿Le suena utópico?; a los humanistas no.
Las nuevas tendencias empiezan a marcar el rumbo hacia la búsqueda del equilibrio entre el “bien ser para el bienestar, para bien tener, para bien servir”. Este juego de palabras marca las diferencias entre la aplicación de la simple ciencia y técnica sin sumar al humanismo para alcanzar la mayor productividad; el respeto a la bioética, que incluye el cuidado de preservar al humano como tal, siguiendo el camino propuesto por la cultura occidental de bien, verdad y justicia; la misma de los cristianos, o de los materialistas pragmáticos, que prefieren los términos de racionalidad y naturalidad.
La empresa y la industria del futuro tendrán que considerar que el concepto de calidad incluye a todas las actividades que ejecutamos, en los distintos ambientes en que nos desenvolvemos, incluido el social, el familiar y el laboral.
Las nuevas estadísticas de productividad para la calidad mundial demuestran que las empresas de éxito comprenden y aplican el concepto integralmente y también muestran que las aferradas al pasado tienden a fracasar. ¿interesante ...verdad?
Qué buenas noticias para los humanistas; saber que cada día hay más pensadores que enfrentan a los tecnócratas invitándolos a incluir el sentido humano en la teoría de la administración moderna (no de humanitaristas, ni de mártires). Ojalá que pronto se propaguen estas ideas persecutorias de calidad de vida y qué bueno que sea cuanto antes; ¿no le parece? ydarwich @ual.mx