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Competitividad con uno mismo

Juan de la Borbolla R.

Comentábamos la vez anterior, en este mismo espacio la necesaria conciliación que todo educador debe buscar entre la tendencia natural hacia la competitividad que es propia del actuar social de la persona en casi todos los campos de su vida de relación, con la necesaria creación de un ámbito educativo de aprecio al sentido profundo de la amistad.

Hoy quisiera referirme a la competitividad respecto de sí mismo, buscando ser cada día mejor de lo que se era anteriormente, a base de ir desarrollando un profundo sentido de autoexamen que permitiera ir constatando periódicamente los avances o retrocesos que hemos ido teniendo en esos objetivos concretos que nos marquemos para que nuestra mejora personal sea continua.

De esa manera encauzaríamos ese natural sentido de competencia muy propio del actuar humano hacia metas de crecimiento personal, de lucha continua contra los propios defectos y de mejora en el ser y el deber ser como persona.

Otro aspecto complementario sería el plantear la competitividad de uno respecto de los demás, pero enfocándola en muy variados puntos de vista y no solamente en uno prioritario como pudieran serlo, la obtención de dinero o el poder, el logro de calificaciones altas, ganar en el deporte, conquistar el mayor número de personas del sexo contrario, etc.

Teniendo diversos puntos de desarrollo competitivo personal se buscará a fin de cuentas la visión integral de la personalidad de modo que se le pueda comentar a un educando determinado: Tú en este campo concreto no serás el primero o el triunfador, pero no por ello debes sentirte derrotado, porque en este otro aspecto o en este otro campo superas a tus compañeros.

Cuando el enfoque es unidireccional en razón solamente a las calificaciones, al dinero que puedan tener los padres, a la capacidad física para triunfar en un deporte, etc.; pero se mantiene un solo énfasis, surgirá por supuesto el concepto de un ganador y en cambio muchos derrotados: uno que se siente superior a los demás y todos los demás se consideran frustrados: derrotados.

La vida diaria afortunadamente nos presenta la posibilidad de ser primeros en muchos aspectos quizá no demasiado valorados por ese status social objetivo con el que se califican personas, acciones y circunstancias, aunque efectivamente no lo seamos en clasificaciones muy específicas surgidas la mayoría de las veces por una visión reduccionista aportada por un enfoque prioritariamente materialista y economicista de las relaciones humanas.

Para un educador es importante hacerle ver al educando el polifacetismo de sus relaciones sociales y el hecho de que aun cuando no se sea triunfador en algunas de las actividades que aportan un status social alto al que se luce en ellas, se está siendo auténtico triunfador en muchas otras en las que están implícitos valores más sublimes como lo pueden ser la honestidad, la bohonomía, el esfuerzo personal, la fuerza de voluntad, la servicialidad por el prójimo por citar sólo unos cuantos que resultan ser mejores constructores de la vida social.

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