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Compiten naves espaciales privadas por 10 mdd

AP

Los viajes espaciales regulares podrían ser accesibles para turistas y visitantes en unos años, sostuvieron empresarios y científicos en una audiencia sobre viajes a la Luna y a Marte.

Los vuelos al espacio necesitan convertirse más en una industria privada que proporciona ganancias a las empresas y es accesible para personas que no son astronautas profesionales, dijo Peter Diamondis, presidente de la Fundación X Prize.

"Lo que necesitamos es un mercado verdadero, lleno de vida", dijo Diamondis, cuya fundación ofrece una recompensa de 10 millones de dólares para un equipo que realice un vuelo espacial exitoso dos veces en dos semanas. "Necesitamos miles y millones de vuelos", agregó.

Desde el Gauchito, un cohete argentino, hasta un proyecto financiado por un multimillonario estadounidense, 27 equipos compiten por un premio de 10 millones de dólares ofrecido a la primera misión espacial tripulada con financiación privada.

La recompensa es prometedora, pero también los riesgos. Sea como fuere, los organizadores del Premio X creen que los equipos podrían intentar el viaje espacial muy pronto, a mediados del 2004.

Cuando se anunció la competencia hace apenas ocho años, muchos se mostraron escépticos de que cualquier equipo de financiación privada pudiera llenar los requisitos para aspirar al premio: construir una nave capaz de llevar tres pasajeros a 100 kilómetros de altura, y luego hacer un segundo viaje suborbital dentro de las dos semanas.

"Va a suceder en el 2004. Alguien lo ganará", pronosticó Gregg Maryniak, director de la Fundación Premio X, con sede en St. Louis, un grupo creado para impulsar el desarrollo de espacionaves reutilizables que puedan llevar al espacio a ciudadanos comunes.

Aunque se hace hincapié en la seguridad, los participantes saben que se embarcan en un viaje de por sí riesgoso, quizás mortalmente.

"Es una posibilidad. Es un costo que conlleva la exploración. De otro modo, uno se quedaría tranquilamente en su casa viendo televisión y comiendo papitas fritas", sostiene Pablo de León, de 39 años, líder del grupo argentino que construye un cohete vertical llamado Gauchito.

"Si no lo hacemos nosotros, alguien más lo hará", sentenció de León. "Pero se hará".

Muchos de los equipos que compiten por el Premio X ya han efectuado lanzamientos de prueba. Un grupo estadounidense lanzó una nave espacial a más de 20.000 metros. Aunque dos equipos de Estados Unidos están entre los favoritos, otros seis países también compiten por el premio, entre ellos Argentina.

A este grupo diverso de competidores los une el mismo espíritu de exploración que impulsó a los aventureros de antaño a internarse en océanos ignotos.

Los equipos van desde el financiado por un multimillonario hasta otro conformado por voluntarios. Varios incluyen mentes privilegiadas que manejan la terminología aeroespacial al dedillo. Otros lamentan haber padecido incendios y explosiones como parte del proceso de aprendizaje.

El canadiense Brian Feeney, de 44 años, es líder del Proyecto da Vinci, con sede en Toronto. El grupo desea impulsar una espacionave llamada Wild Fire utilizando un inmenso globo de helio. El diseño apela a cohetes para el vuelo y un paracaídas maniobrable para aterrizar.

Feeney planea estar a bordo en el primer intento tripulado. Considera que el riesgo es similar al de escalar el Monte Everest. "La vida es demasiado breve como para no explorar estos límites", afirmó.

"¿Cuántas veces un niño tiene la oportunidad de ir al espacio? Estoy viviendo un sueño", agregó. "Me siento limitado; mi bicicleta no me lleva tan lejos como quiero ir. Mi mayor sueño es viajar a las estrellas".

Maryniak dijo que Peter Diamandis, un promotor del turismo espacial, leyó "El espíritu de St. Louis", la autobiografía de Charles Lindbergh, y se dio cuenta de la ayuda que prestaron a la aviación los concursos, como el premio Orteig de 25.000 dólares que ganó Lindbergh por cruzar el Atlántico en 1927.

Fue así como se anunció el Premio X en 1996. La fundación incluye partidarios célebres como Dennis Tito, el estadounidense que gastó 20 millones de dólares para viajar en una espacionave rusa como primer turista espacial, y el piloto Erik Lindbergh, nieto de Charles Lindbergh.

Nueve de los 27 equipos han concretado "construcciones serias" y cuatro o cinco están en la vanguardia, comentó Maryniak.

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