Chacaltaya (Bolivia), (EFE).- Los indios aimaras de una comunidad boliviana oculta entre los nevados andinos iniciaron un plan turístico que combina sus gélidos paisajes con una cálida invitación a conocer la forma en que viven desde hace siglos.
La iniciativa de la pequeña localidad de Chacaltaya, de apenas 80 familias, que habitan a cuatro mil 400 metros sobre el mar, busca generar nuevos ingresos para su pobre economía, centrada en la venta de turba, un combustible vegetal usado como abono para jardinería.
Pese a que los indios viven a escasos 20 kilómetros de la urbe, sus vías de acceso son precarias y no tienen electricidad, pero han mantenido casi intactas sus antiguas formas de vida y organización comunitaria de la época precolombina.
El "jilakata" (jefe) de la comunidad, Antonio Poma, dijo a EFE que se dieron cuenta del potencial del turismo viendo el desarrollo de zonas vecinas, como la del nevado también llamado Chacaltaya (cinco mil 395 metros de altura), donde está la pista de esquí más alta del mundo, y de una región adyacente atravesada por un antiguo camino inca.
"Estuvimos encerrados y no teníamos plata para los proyectos, pero ahora pensamos que deben venir turistas por aquí porque hay muchos atractivos", sostuvo Roberto Poma, otro líder aimara del pueblo, que el fin de semana pasado recibió por primera vez a un centenar de visitantes.
En esos fríos parajes, donde la temperaturas pueden bajar en invierno hasta 18 grados bajos cero, dominan las montañas Wila Manquilisani (5.320 metros) y Kuno Tinkuta (cinco mil 400 metros).
Además del montañismo, los visitantes pueden practicar la "pesca deportiva" en un criadero de truchas instalado en una laguna al pie de los nevados.
En la oferta se hace hincapié en la calidez de la atención que brinda la comunidad a los visitantes y que contrasta con la imagen de los aguerridos aimaras bloqueando carreteras y en las luchas sociales tan frecuentes en Bolivia durante los últimos años.
Los aimaras muestran a los turistas cómo realizan la cría y esquilado de camélidos, el tejido de sus vestidos y la producción de "charque" (fibras de carne deshidratada) con técnicas ancestrales.
También se pueden visitar los cultivos de verduras en carpas solares, pues en el altiplano es casi imposible cultivar a cielo abierto, y los de "maca", una raíz tuberosa que crece en las alturas y a la que los indios atribuyen capacidades comparables al viagra.
La oferta turística incluye un banquete para degustar una variedad de platillos andinos, amenizado con danzas y cantos por grupos de la comunidad.
Para desarrollar el proyecto, los aimaras fueron ayudados por un grupo de estudiantes de Turismo de la Universidad de San Simón de Cochabamba y la Organización Mundial de la Salud (OMS), que financia desde fines del 2003 programas productivos y de sanidad.
Según la estudiante Nelva Quiroz, los campesinos están aprendiendo a valorar su riqueza cultural, pero también a mejorar sus ingresos, que, según la OMS, hasta ahora se limitaban a unos 50 dólares por familia con la venta de la turba.
"Este va a ser un modelo de comunidad", apunta Quiroz al sostener que el éxito de la promoción está en el compromiso que asumieron sus habitantes.
Según el jefe de la misión de la OMS en La Paz, el cubano José Antonio Pagés, la ayuda otorgada tiene como filosofía la fusión de programas de "salud y productividad".
"Creemos que ningún país va a salir adelante invirtiendo sólo en producción, sin ver el lado social; y tampoco la salud y la educación se van a desarrollar sin un basamento económico", explicó.
A la vista de los primeros resultados, el Ministerio boliviano de Agricultura prometió fondos para desarrollar otras experiencias en las 20 comunidades campesinas más deprimidas del país, con un 90 por ciento de pobres entre sus habitantes.
