Todos coinciden: la agresión que sufrió el presidente Fox en Ciudad Juárez es condenable, ya que en su lectura más amplia, deja en evidencia la incapacidad de los actores políticos y sociales –de todos los niveles- de llegar a un mínimo de acuerdos por la vía del diálogo y la negociación.
Sin embargo, también es cierto que cada vez más grupos u organizaciones se encuentran en los límites de la desesperación ante la imposibilidad real de ventilar los diferentes puntos de vista o argumentos por los canales institucionales. Hay que recordar que una persona desesperada se torna peligrosa y más aún si en su desesperación es manipulada por aquellos que en su muy particular agenda, sacan provecho del clima general de incertidumbre.
En Ciudad Juárez quedaron expuestos varios temas: primero, la falla de seguridad, tanto de la Secretaría de Gobernación que no previó la manifestación de los maestros disidentes de la Sección Ocho y del propio Estado Mayor Presidencial que permitió –por acción u omisión- que la protesta saliera de control y pusiera en peligro a la comitiva presidencial.
Pero también quedó expuesta la percepción de debilidad de la figura presidencial que anima a grupos sociales o sindicales, a insultar en su cara al Mandatario y de arriesgar el lanzar golpes con pies y manos hacia la camioneta que transportaba a las máximas autoridades.
Y tal vez lo más grave: la facilidad con que se puede manipular el descontento popular. Los maestros exigían frenar la privatización del ISSSTE, cuando en los hechos, no existe ninguna iniciativa en ese sentido... y aún más, si se promoviera tendría que pasar por necesidad por el Congreso de la Unión, en donde los representantes populares tendrían en su caso que encabezar la batalla –con argumentos y datos sólidos- para evitar que el asunto se concretara.
El incidente del pasado viernes llama a la reflexión. Queda esperar que tanto autoridades como líderes políticos, sociales y sindicales entiendan que fuera de los canales del diálogo, la negociación, del imperio de las ideas y los argumentos, queda el México bronco que a nadie, absolutamente a nadie conviene.