27 de febrero de 2004.
Tokio, (EFE).- El fundador de la secta Verdad Suprema, Shoko Asahara, fue condenado hoy a morir en la horca por ordenar a sus seguidores que cometieran trece crímenes, incluido el perpetrado con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, en los que murieron 27 personas.
Con el fallo de la esperada sentencia, el juez del Tribunal del Distrito de Tokio, Shoji Ogawa, concluyó un juicio de casi nueve años contra el gurú de la secta de enseñanzas catastrofistas que planeó un golpe de Estado para demostrar su superioridad y sus profecías.
Las autoridades extremaron la seguridad para prevenir cualquier acto extremista de alguno de los mil 600 miembros que la secta tiene en Japón, y engañaron a decenas de periodistas apostados a la salida de la prisión de Kosuge con un convoy policial ficticio que partió vacío y con los cristales tapados.
Sin el acoso de la prensa, Asahara llegó 13 minutos más tarde al tribunal de Kasumigaseki, cercano a una de las estaciones de metro que más víctimas tuvo en el ataque con el citado gas letal.
El gurú se sentó en el banquillo de los acusados con un aspecto más cuidado. Su pelo arreglado y una barba recortada y canosa, en nada recordaban a su abundante melena desarreglada del pasado.
El veredicto respondió a la solicitud de la fiscalía y tardó en ser pronunciado cinco horas, pues en contra de la costumbre el juez prefirió leer antes las razones de la sentencia. El proceso contra Asahara ha tenido 256 vistas orales y en ellas han prestado declaración y testimonio medio millar de afectados.
El acusado no se inmutó al escuchar cómo el juez le condenaba a morir en la horca, mientras era atentamente mirado por los afectados y familiares de las víctimas que estaban en la sala.
El atentado del metro, que llevaron a cabo varios escuadrones de fieles del gurú, mató a 12 personas, causó heridas a 5 mil 500 usuarios y empleados de los ferrocarriles sufrieron heridas y dejó al descubierto el grado de indefensión de Japón ante actos terroristas.
Aunque Estados Unidos y Europa consideraron que la Verdad Suprema era una organización terrorista, en Japón se evitó denominarla así, e incluso no se prohibió, ni se planteó su disolución y la secta pasó a llamarse Aleph.