EL SIGLO DE TORREÓN
Aunque es evidente que esto no sucede, sería maravilloso si todos viviéramos y trabajáramos en culturas en donde imperara la capacitación, la confianza y la confiabilidad. Las empresas donde trabajamos, a menudo están dominadas por normas rígidas, reglamentos y burocracia o en el peor de los casos, carecen de sistemas y procedimientos que generen y promuevan la capacitación, la confianza y la confiabilidad. Por lo general, los niveles de iniciativa entre los empleados son bajos, las personas en lo esencial, no obtienen satisfacción del puesto de trabajo y gastan mucho tiempo en politiquear, criticar, culpar, acusar y confesarse los pecados del trabajo unos a otros, entonces, ¿qué podemos hacer?
Cuando los empleados pensamos que el problema está allí, afuera, ese pensamiento es el problema. Nos descapacitamos, no nos preocupamos por crecer ni mucho menos por dar una respuesta y una actitud constructiva.
Permitimos de ésta forma que las circunstancias y las debilidades de los demás nos controlen y nos frenen. Colocamos nuestra energía en preocuparnos por las cosas sobre las que no tenemos control alguno, Esperamos sentados a que las empresas nos ofrezcan la capacitación en charola, cuando nosotros mismos no tenemos la iniciativa de buscarla, porque no estamos convencidos de que la capacitación nace dentro de cada persona y que el fin último de la capacitación que dan las empresas es despertar en el individuo el deseo de superarse y de crecer autocapacitándose. La capacitación personal genera capacitación en la organización, debemos concentrar nuestra energía en nuestro propio círculo de influencia, en desarrollar carácter, aptitudes y sinergia.
La capacitación no es algo que se instala en las empresas, debe desarrollarse, las empresas deben fomentar las condiciones que la generan para que la propia cultura empresarial se vuelva capacitadora. En realidad la empresa no capacita a los empleados, sino que al fomentar estas condiciones se crea el medio en donde se pueden capacitar a sí mismos.
Aunque no seamos un líder para los demás, si somos nuestro propio líder. Hay muchos ejemplos de personas que buscan su capacitación y desarrollo sin esperar a que la empresa les ponga a su disposición cursos y seminarios. Un hombre que desempeñaba un puesto de nivel bajo en el área de producción, deseaba asistir a un seminario para directivos e insistió de tal manera que terminaron por aceptarlo debido a su persistencia. Después del seminario se centró en el crecimiento personal y profesional ampliando sus habilidades, obtuvo un ascenso tras otro y después de cinco años llegó a ser el numero tres de esa empresa. Posteriormente decidió dedicar tiempo a la comunidad y ayudar a resolver grandes temas sociales; también se incorporo de tiempo parcial a una organización capacitadora en donde incluso le pidieron que se integrara de tiempo completo, lo cual no aceptó, pues deseaba continuar en su empresa. Con toda seguridad, esta persona puede tener éxito en cualquier lugar en donde se lo proponga gracias a su proactividad, sensibilidad y disponibilidad para autocapacitarse.
La esencia de la capacitación es la confiabilidad, la cual a su vez, es una función del carácter y la capacidad. El carácter es lo que somos y la capacidad es lo que sabemos hacer, ambos son necesarios para crear la confiabilidad. Una persona con capacidad, muestra aptitudes, se actualiza en su profesión, no es obsoleta, no se deja llevar por los demás, posee el espíritu de mejorar continuamente. Pero la capacidad sin el carácter, tampoco inspira confiabilidad. El carácter implica integridad, el talento para hacer lo que se dice, para predicar con el ejemplo, un conjunto equilibrado de principios; también implica madurez para ofrecer retroalimentación honesta y abordar los temas de una forma directa, respetuosa y comprensiva de los sentimientos, pensamientos y opiniones de los demás. Por último, también implica una mentalidad muy abierta que acepta que el mundo está en continua expansión, que para la mayor parte de las cosas existe un sinnúmero de alternativas, que la torta no es de un solo tamaño y sobre todo, que si alguien toma un trozo de esa torta, ello no significa necesariamente que a uno le vaya a tocar un pedazo más pequeño.
La realidad es que el carácter y la capacidad guían a toda la organización. Fomentar el carácter y la capacidad es una condición esencial para crear capacitación.
La confianza es lo que mantiene todo unido, crea el medio propicio para que se den todos los demás elementos: acuerdos de ganar-ganar, individuos y equipos autónomos, compromiso con la empresa y con todos los miembros del equipo, apoyo mutuo y rendición de cuentas. Cuando se cumplen todas estas condiciones, la confianza aumenta aún más y el proceso se vuelve a repetir generando cada vez más confianza. No existe la conducta organizacional, sino comportamientos individuales en la organización. Una organización es digna de confianza únicamente cuando las personas que la forman son dignas de confianza.
La confianza es la consecuencia natural de la confiabilidad, por lo tanto lo más relevante que podemos hacer para crear confianza, es ser confiables.
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