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Contexto Lagunero| Las cincuentonas

Juan Manuel González

Hace algunas semanas dediqué un artículo a mis amigos cincuentones, en él comentaba acerca de las características propias de la quinta decena de nuestra vida masculina y de las condiciones físicas en que se encuentran la mayoría de los hombres que llegan al inicio de estos diez años sin haber hecho nada para llegar a los cuartos de final del torneo de la vida con condiciones óptimas para continuar metiendo goles sin que nos manden a la banca por no dar el ancho en el juego. Siempre se ha dicho que uno de los principales problemas del mexicano es que nos falta método, que no seguimos nunca las instrucciones de los manuales de operación y funcionamiento y que nos ponemos a leer el manual del refrigerador solamente hasta que nos damos cuenta que se están derritiendo los hielitos. Con toda seguridad, si existiera algún manual de cómo afrontar la vida al llegar a los cincuenta, no lo leeríamos sino hasta que estuviéramos cerca de los sesenta. De cualquier manera sería conveniente que pudiéramos disponer de un instructivo que con lujo de detalles nos preparara para las distintas etapas de nuestra vida, probablemente dentro de poco tiempo alguien escriba un manual para que los hombres vivan la década de los cincuenta con plenitud, alguien quizá hará lo que dice Miguel Ángel Cornejo: si no existe, créalo tú. Por lo pronto, dos mujeres, Hilda V. Levy y Daniela Di Segni, escribieron el libro Mujeres de Cincuenta, Pequeño Manual de Supervivencia, de la editorial Plaza & Janés.

Las cincuentonas de hoy, formaron parte de una generación a la que le tocó convivir en un ambiente que endiosaba a la juventud pero que no le dijeron que hacer con la madurez y la vejez. Esta generación de mujeres de clase media, ha tenido que adaptarse a una ilimitada multiplicidad de roles, le llegó tarde la libertad sexual, pero también ha tenido que enfrentar la libertad sexual de sus hijos. De un día para otro, las cincuentonas se han visto presionadas para intentar una carrera laboral, las han hecho sentirse incómodas por ser amas de casa y “nada más” y han tenido que experimentar terribles sentimientos de culpa provocados por dejar a sus hijos aunque fuera por pocas horas. Ellas han tenido que estar informadas para sentirse al día, actualizadas para acompañar a su marido en su carrera y resistir cenas o viajes de trabajo para que él construyera su mundo, usar pañoleta o tubos, mini o maxifalda según el año y tratar de estar siempre flaca y activa. Las cincuentonas de hoy, escribían en la escuela con pluma fuente, usaron faldas rectas y conjuntos de nylon cuando tenían quince años, escuchaban a Angélica María y a Enrique Guzmán y se tiñen las raíces del cabello cada tres semanas; sienten algunos días, al levantarse, que sufren un ataque terminal de arrugas, a veces no les sirven los lentes para ver de cerca, ni los de lejos, ni los multifocales y se sienten entre dos fuegos: las exigencias de sus hijos y las necesidades de sus padres.

En lo que respecta a la evolución clínica de las cincuentonas, a mediados de ésta etapa, las piezas dentales son reemplazadas por las coronas, dientes de porcelana, puentes e implantes. En el área de la motricidad, aparecen las contracturas; las cervicales se vuelven tema de conversación y aparecen los juanetes en uno o en ambos pies. En el tiempo libre, la actividad deportiva, si la hubo, va decreciendo y la tendencia se vuelca hacia los juegos de salón. Paralelamente, en el campo socio cultural, las cincuentonas que no tienen que ganar su subsistencia, tienden a tomar toda clase de cursos y talleres que van desde la computación, desarrollo de la autoestima, cocina afrodisíaca, pintura sobre madera, toda clase de manualidades, hasta tarot, baile flamenco o hawaiano y técnicas de relajamiento y meditación. En esta etapa de los cincuenta comienza el climaterio en dos partes. En la primera, aparecen los calores, no los provocados por el clima de afuera hacia adentro, sino los que son de adentro hacia fuera, que crecen como un volcán, humedecen abundantemente la piel y enseguida se van como llegaron. Aparece el síndrome característico de la menopausia y desaparece el período. En la segunda parte, hay cambios en el carácter, irritabilidad, y trastornos del sueño.

Estimada lectora, cuando tienes cincuenta años te das cuenta que si tu novio de hace treinta años no te reconoce, no es problema de memoria, es que cambiaste. ¡Si! cambiaste y comienzan los suplicios: los anteojos, las dietas y lo más latoso, los estudios médicos con todo y las salas de espera de los consultorios con sillas duras y revistas añejas. Los estudios más frecuentes son: mastografía, densitometría ósea, papanicolau y colposcopía. Empiezan los problemas de la memoria: olvidas donde dejaste las llaves de la casa, de la oficina, la agenda y el celular. Llamas por teléfono a alguien y cuando te atiende, no recuerdas para que llamaste. Cuentas varias veces lo mismo porque no recuerdas que ya lo contaste. Vas apurada a una habitación y al llegar a ella, no recuerdas para que, crees que si vuelves a entrar te vas a acordar y te la pasas caminando de adelante hacia atrás por toda la casa. En la loca búsqueda de la inexistente fuente de la juventud, la industria y los cirujanos plásticos hacen su agosto todo el año vendiendo toneladas de cosméticos y las mujeres se someten a liftings completos, lipoaspiración de las caderas y llantitas, se aumentan los senos y se aplican toda clase de cirugías sin importar que ya no puedan cerrar los ojos sin que se les suba el labio superior, ni sonreír sin que se les muevan las orejas.

Mujeres de Cincuenta, es un gran libro para la mujer, está redactado con humor y profundo conocimiento de la problemática femenina, ayuda a sobrellevar los avatares de una etapa de la vida a la que la mayoría de las mujeres niega pertenecer. Este libro incluye todo lo necesario para sobrevivir la década de los cincuenta años y además, disfrutarla. Esta dirigido a la generación de mujeres a la que le tocaron los últimos especimenes de machos fuertes que no debían aflojar o llorar y que solo tenían que ocuparse de la subsistencia económica pero no de la afectiva, hombres que llegaron tarde a muchas cosas que otros hombres quince o veinte años más jóvenes disfrutan sin complejos: la paternidad, el manejo de la casa y la cocina y las cuentas compartidas. Hombres que vieron a sus mujeres arreglar llaves del agua y focos porque ellos eran incapaces de encontrar un vaso o sus propios calcetines y que a menudo no vivieron los mejores momentos de sus hijos pensando que criarlos era cosa de la madre y que solo bastaba con trabajar para pagar las cuentas y que hoy empiezan a descubrir lo que se perdieron, lo que no se permitieron.

“La lectura y aplicación correcta de este manual garantiza buenos resultados durante un período de diez años. Un uso extracuidadoso, puede agregar dos o tres años extras”. ¡Felices cuarentaidiez!

E-mail:

jgonzalez2001@hotmail.com

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