AP
WASHINGTON, EU.- Las minas en los conflictos armados son estallidos de muerte y trauma en los combatientes y sus familias. En América Latina y el Caribe, la Organización de los Estados Americanos, (OEA), las está desactivando en silencio.
Desde que en 1991 empezó el trabajo, la OEA ha destruido más de un millón de ellas, una labor excepcional para una organización creada básicamente como foro para el debate político.
Pero, el desminado aún no ha terminado. La OEA acaba de firmar un compromiso con Suriname para empezar otra jornada en los primeros meses del próximo año en Stolkersijver, última zona en que se conoce que hay minas enterradas en ese país.
Casi como en toda misión de este tipo, se desconoce anticipadamente cuántas minas hay y de dónde vinieron.
Al terminar en 1992 su conflicto armado de seis años, Suriname siguiendo procedimientos de los acuerdos de paz pidió la intervención de la OEA para el desminado. Luego de meses de trabajo en la llamada Operación Pur Baka, el país se declaró libre de minas, pero años después comprobó que había todavía algunas áreas sembradas en el interior.
La OEA dijo que en las nuevas labores de desminado participarán militares de Honduras junto al Ejército surinamés. En 1992 coordinó esas labores con los gobiernos de Brasil y Guyana, que contribuyeron con expertos militares y equipos para la remoción.
Suriname firmó el tratado internacional antiminas o Convención de Ottawa en 1997 y lo ratificó en 2002. Destruyó oficialmente en febrero sus últimas 146 minas almacenadas en la base militar de Bos Bivak.
Todo país que endosa ese tratado -conocido como Convención sobre la Prohibición del Empleo, Almacenamiento, Producción y Transferencia de Minas Antipersonal y sobre su Destrucción- se compromete a destruir sus depósitos de minas en un plazo de cuatro años y a declararse “país libre de minas” en diez años.
Luigi Einaudi, general interino de la OEA, ha dicho que la mayor parte de la destrucción de minas en América Latina se ha registrado en los últimos tres años.