“La cárcel más incómoda y triste de todas es la pobreza”.
Salvador de Madariaga
No hay problema más importante y más doloroso en México que el de la pobreza. Cualquier noticia de avance en este campo debería ser, por lo tanto, aplaudida por todos los mexicanos. Desafortunadamente las cosas se han politizado tanto en nuestro país que muchos políticos no quieren aceptar una noticia de este tipo por temor a que beneficie políticamente al presidente, Vicente Fox y a su partido.
La información sobre la mejoría en la situación de pobreza en nuestro país, sin embargo, no es nueva. La dio a conocer el año pasado el INEGI. Más tarde fue incorporada a un estudio de la CEPAL. Y ahora la incluye el informe La pobreza en México: una evaluación de las condiciones, las tendencias y la estrategia del Gobierno publicado por el Banco Mundial.
Lo primero que reconoce el estudio es lo que ya había registrado el INEGI: entre el año 2000 y 2002, se produjo una disminución en los índices de pobreza de nuestro país, a pesar que en ese mismo período la economía mexicana estuvo estancada. La pobreza en general pasó en ese lapso de 53.7 a 51.7 por ciento de la población. La pobreza extrema, que afectaba en 2000 al 24.2 por ciento de los mexicanos, se redujo en 2002 al 20.3 por ciento.
México sigue teniendo, por supuesto, una pobreza excesivamente elevada. Ningún país puede aceptar que más de la mitad de la población viva en la pobreza y que una de cada cinco familias no tenga recursos siquiera para alimentar a sus hijos. Pero los mexicanos tenemos que reconocer que algo está funcionando cuando se logran avances tan significativos en un período corto a pesar de que la economía general está estancada.
Michael Walton, coautor del estudio del Banco Mundial, coincide con otros análisis que se han hecho al respecto de las razones de esta mejoría. Las crecientes remesas de dinero de los trabajadores mexicanos en el exterior han sido uno de los factores más significativos en la reducción de los índices de pobreza en el país. México está teniendo ya remesas que rebasan los 14 mil millones de dólares al año. Al contrario de los ingresos petroleros, que se quedan fundamentalmente en las manos de una clase burocrática muy pequeña, las remesas del exterior proporcionan un ingreso directo a millones de familias mexicanas.
El otro factor importante en la reducción de la pobreza, especialmente la extrema, es el programa Oportunidades del Gobierno Federal. Esto es algo que se les atraganta a los políticos de oposición, los cuales no quieren aceptar que el régimen de Vicente Fox haya podido hacer algo positivo, cualquier cosa y especialmente algo a favor de los pobres. Pero las cifras parecen incuestionables.
En realidad hay que reconocer que la filosofía que hoy permite que Oportunidades sea un éxito, no surgió durante el sexenio de Fox, sino que se heredó de los dos gobiernos priistas anteriores. Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo cambiaron el sentido fundamental de los programas contra la pobreza. Dejaron de utilizar los pocos recursos con los que contaba el Gobierno para otorgar subsidios generalizados, por ejemplo a la tortilla, a la leche y a otros productos de consumo, lo que beneficiaba principalmente a la clase media y los utilizaron para dar dinero directamente a las familias más pobres a través de programas como Solidaridad y Progresa. Oportunidades ha heredado esta filosofía de ayudar directamente a los más pobres, pero aparentemente ha mejorado los sistemas de control y dispersión de recursos.
Para lograr avances más importantes en la lucha contra la pobreza se requieren, sin embargo, esfuerzos nuevos. Oportunidades es, después de todo, un programa asistencial. Pero para que la gente realmente pueda escapar de la trampa de la pobreza necesita educación, que le permitan aprovechar las oportunidades económicas e infraestructura que generen esas oportunidades. Desafortunadamente, la falta de reformas estructurales sigue generando un lastre muy importante en la economía nacional y pone un límite a los esfuerzos por reducir de manera dramática la pobreza, como lo han hecho otros países, como Corea del sur y Chile.
No tiene sentido cuestionar por razones políticas los logros en lo que debería ser el principal esfuerzo del Gobierno mexicano, que es el combate a la pobreza. Tampoco es sensato seguir atajando, por las mismas razones políticas, las reformas estructurales que permitirían que la lucha contra la pobreza tuviera realmente un éxito definitivo.
En el campo
La pobreza extrema en nuestro país se concentra en el campo. Pero esto no debe sorprendernos. En el campo hay menos respeto a los derechos individuales de propiedad que en las ciudades. Y estos derechos son cruciales para el desarrollo económico.
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