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Contracepción de emergencia/Diálogo

Yamil Darwich

de nueva cuenta se reavivó la controversia entre la Iglesia Católica y las posturas del Gobierno mexicano, encabezado por el presidente Vicente Fox Quesada y el secretario de Salud Julio Frenk Mora, en cuestiones de control natal, por la incorporación a la Norma Oficial Mexicana sobre planificación familiar el uso de esquemas en dosis altas de anticonceptivos denominados “de emergencia”.

Nada nuevo bajo el sol, por ser algo conocido por los médicos desde 1971, cuando lo describieron Kuchara y cols., y posteriormente con el método Yuspe (1977) modificado por Hatcher (1998).

Muchas son las anécdotas médicas de jóvenes que sufren un cambio radical en sus vidas con pronósticos de futuro incierto por un embarazo no deseado; otras, de jóvenes que exponiéndose a manipulaciones físicas e ingesta de brebajes dados por los “espanta-cigüeñas”, o automedicándose, enfrentan graves trastornos en su salud y hasta la muerte.

Por otra parte, tampoco son desconocidos los estudios que hablan del aumento del libertinaje en términos de ejercicio irresponsable de la sexualidad, que se incrementó con el arribo de los anticonceptivos orales (por cierto descubiertos en México), los que por primera vez en la historia dieron seguridad a los usuarios de poder evadir la consecuencia de sus actos. Tampoco es ignorado el incremento de personas, particularmente jóvenes, que padecen enfermedades definidas como “de transmisión sexual” por la práctica irresponsable de la vida sexual activa.

Así pues, los elementos de la controversia están puestos: por un lado, los opositores a la famosa píldora, que muchos confunden con la inventada en Francia (la RU 486 y ahora hasta se anuncian parches anticonceptivos que aplicados semanalmente en la piel dan las mismas seguridades) y aquellos que fundamentan su uso en el derecho individual al ejercicio de la libertad para hacer y deshacer con sus cuerpos.

Los grupos feministas ya han alzado su voz exigiendo se respete la autonomía de la mujer, los médicos cientificistas la proponen como una alternativa de anticoncepción; en contraparte, los médicos cristianos, las feministas cristianas y los propios ministros de la iglesia se oponen a ella por considerarla un microabortivo.

Comúnmente se confunden los términos médicos y se mezclan los conceptos de anticoncepción y abortivos; los primeros son los medios locales o sistémicos utilizados para evitar la fecundación (unión del óvulo con el espermatozoide) y los segundos son las sustancias y métodos empleados para interrumpir una gestación o embarazo.

La discutida píldora, que en realidad se trata de un método anticonceptivo de urgencia, tiene ambas funciones: cuando se usa antes de la ovulación puede evitar el desprendimiento de un óvulo maduro del ovario y cambiar las características del endometrio; si se utiliza posteriormente y ya se dio el encuentro de un óvulo y un espermatozoide, al cambiar la acidez del medio y las características de la capa interna de la matriz, evita la implantación del huevo (resultado de la fecundación) provocando técnicamente un microaborto.

Desde luego que los métodos anticonceptivos son utilizados para evitar embarazos, aunque en algunos casos son usados para tratar de provocar el desprendimiento del huevo implantado, sin que, por lo general, se logre el propósito.

El vocero de la Asociación de Médicos Católicos, explicó que la “contracepción de emergencia, que consiste en el uso de anticonceptivos orales con altas dosis de hormonas actúan a veces mediante un efecto postfertilización ocasionando la muerte y destrucción del cigoto” y el Cardenal , dice que “el consumo de anticonceptivos de emergencia equivale a la práctica del aborto”.

La Secretaría de Salud habla del método como de contracepción de emergencia, útil en casos de hijos no deseados (por abuso sexual o patología del producto) y para situaciones extremas y extraordinarias. También esto es conocido desde hace años.

Los médicos, en general afirman que el método es una arma más del múltiple arsenal terapéutico, insistiendo que no debe utilizarse con frecuencia, sabedores de que trae consigo “efectos secundarios”, algunos no deseables y hasta peligrosos.

El uso de anticonceptivos requiere un estricto control médico capaz de definir el momento en que pueden ser elementos nocivos para la salud; además, sólo un galeno capacitado puede definir los casos en que se pueden utilizar y cuando existen contraindicaciones absolutas, es decir, las pacientes que no deben usarlos por antecedentes familiares y personales que los prohíben.

Queda el reto individual de elegir entre dos grandes corrientes: los que defienden su uso en aras de la defensa del derecho a decidir en su cuerpo, sin tomar en consideración nada más y los que hablan de aborto y homicidio de un ser humano en formación. También existen discusiones en el campo de la bioética para definir cuando esa vida tiene o no condición de humana, aunque la embriología aclara que al unirse un óvulo y un espermatozoide se crea una primera célula que contiene todas las características humanas (los médicos les llaman fenotipo y genotipo).

La Iglesia Católica ha declarado que el aborto es un acto inmoral, por estar en contra de la dignidad de la persona y de la vida humana.

La posición de los teólogos va en la línea de que el aborto eugenésico se acepta cuando el feto presenta taras biológicas que impedirían cualquier expresión de vida humana y por tal caso se presume que la misma no existe; también en los dolorosos casos de embarazo por efecto de coacción y atropello (violación).

Por último, debo comentar que la excomunión se refiere a la separación (fuera de la unión) de la Iglesia y que difícilmente podrá ser aplicada por una persona que no tiene conciencia del acto y consecuentemente no puede definir sentimientos de bueno o malo.

Sin embargo también debo agregar que el Canon 1398 de la Iglesia Católica Romana es explícito cuando afirma que “quien propicia el aborto incurre en excomunión latae sententiae”, es decir: automáticamente.

De nuevo aparece la educación en valores como el medio ideal para ayudar a encontrar elementos de respuesta a estas controversias y lograr que las personas seamos responsables con nuestra sexualidad. Tampoco olvidemos a los millones de mexicanos que no pueden valerse del derecho de decidir, por razones de escolaridad y conocimiento. ¿Usted qué piensa?

ydarwich@ual.mx

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