Es difícil quedarnos al margen del sentir general en esta temporada navideña. Se antoja comprar; compartir; regalar; ver caras felices.
Diversos grupos sociales se organizan para la recolección y distribución de regalos, fundamentalmente juguetes.
Desde las grandes cadenas televisivas con sus movimientos a nivel nacional, para mi gusto demasiado publicitados, hasta el grupo de vecinos que trabaja por una causa propia de su comunidad, todos invitan a dar.
?Lo anterior es altamente encomiable; nos exhortan a actuar a favor de los más necesitados en esta temporada en que el corazón rebosa júbilo, y el bolsillo se desprende con facilidad de algo de lo que tiene.
Por momentos pareciera que se actúa por diversos caminos para favorecer a los mismos grupos de población, con similares productos, dejando de lado otros aspectos dentro de las necesidades primarias.
No es raro ver temprano en la mañana a niños caminando rumbo a sus escuelas con la ventisca en contra. La visión de sus delgados cuerpos habla del frío que cala hasta los huesos. Yo me he preguntado cómo durmieron durante la noche, o si irán hacia la escuela con un hueco en el estómago, por falta de alimento.
He visto a muchos ancianos tumbados en alguna banqueta, envueltos con un cobertor, y posiblemente un par de perros que les ayudan a mantener el calor en sus cuerpos. Me he preguntado si pasan así cada noche, o si sobrevivirán al invierno.
Es entonces cuando viene la idea de reflexionar si nuestras acciones navideñas están bien encaminadas, o si es momento de modificarlas.
Gastar veinte pesos en un juguete, o el equivalente en harina y manteca.
Obsequiar un carrito motorizado de cien pesos, o un cobertor para el frío.
Utilizar tanto tiempo aire de radio o televisión en lo que tradicionalmente se hace, o comenzar a despertar la conciencia para que cada uno de nosotros adopte su propio necesitado, al que conoce, al que ha visto.
Asimismo, con respecto a los regalos que nos damos unos a otros, y que tantas veces terminan simplemente arrumbados. ¿Por qué no ser más creativos y comenzar a aportar algo de nosotros mismos, de nuestra atención, nuestra palabra o nuestro tiempo, en lugar de querer compensar con regalos caros lo que faltó de corazón?
Los despilfarros para quedar bien con el jefe o con el cliente están totalmente fuera de lugar en un país donde la pobreza abunda y las iniciativas oficiales poco hacen para resolverla de fondo.
La situación económica nos viene llamando a una actuación racional, apegada a los tiempos actuales. Y por otra parte, el gastar menos y regalar más de la propia persona, puede resultar el mejor presente para el que está solo, para el que sufre, para el que pasará una triste Navidad por causa de alguna pérdida reciente.
Diciembre es un mes desquiciante, en el cual todo resulta fácil. Enero es el dolor de cabeza más grande para muchos de los padres de familia, que se topan de frente con la cruda realidad de las deudas.
Vaya una invitación para comenzar a ser congruentes con nuestra realidad, menos mercantilizados y más humanos; menos comerciales y más creativos. Administrar los recursos materiales para cubrir las necesidades propias, y en la medida de lo posible las de los más necesitados, sin caer en el juego de regalar un juguete de baterías a quien no tendrá con qué comprar las mismas.
El mexicano se caracteriza por ser altamente creativo, pero tal parece que nos dejamos llevar por campañas ajenas. Y nos duele más la imagen del niño ?de la tele? que pide un juguete, que el de la mujer con la ristra de chiquillos que va en medio del intenso frío a comprar un kilo de tortillas para pasar el día.
Es hora de sensibilizarnos en el aquí y ahora; sacudirnos el espíritu telenovelesco y comenzar a tocar el dolor y el hambre del chiquillo sucio que nos pide ?pa? un pan? a la salida del autoservicio. Es obsequiar esa moneda de cinco o de diez pesos al ?cerillito? que trabaja jornadas de adulto para ayudar a la familia o pagar sus útiles escolares.
Esta Navidad: ¿Por qué no adoptas tu propia causa personal y cercana? ¡Echa a volar tu creatividad, mira en derredor, y diseña tu propio proyecto navideño!
Con ello habrás aportado grandes beneficios a tu comunidad. Por ti un niño, o un anciano, o una familia entera, entenderá que el espíritu de la Nochebuena se hace presente para todos.