Nosotros Las palabras tienen la palabra VIBREMOS POSITIVO Eventos

Contraluz / Barómetro social

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

No sé si exista ?debe existir?un estudio científico con respecto a las manifestaciones de violencia por parte de los conductores de unidades motorizadas como indicador del grado de presión emocional que vive una población. Hace un par de días en este puerto fronterizo, sucedió un hecho aislado que bien vale la pena analizar. Un taxista hace sonar el claxon para llamar la atención de un conductor cuyo vehículo no le permite pasar; el otro no se mueve, por lo que hace sonar de nuevo el claxon, y la respuesta que obtuvo fue la de un disparo con arma de fuego. Afortunadamente el tiro no impactó en el cuerpo del taxista, pero bien pudo haberlo hecho, o haber ido a parar en la persona de algún transeúnte, puesto que los hechos ocurrieron en un sitio de mucho movimiento, en horas de la tarde.

De ello deriva un sinfín de reflexiones: Lo primero es preguntarnos la razón por la cual el sujeto que accionó el arma lo hizo; lo segundo saber por qué portaba un arma, y la tercera, cuestionarnos si así manejará su enojo este individuo, violentando de muerte la integridad de otros. De alguna manera queda en todos nosotros la zozobra de saber si ahora nos vamos a cuidar de exigir nuestros derechos más elementales, por miedo a que nos metan un plomazo.

En ratos se antoja pensar que todo lo que sucede en el corazón del hombre proviene del exterior; sin embargo si somos objetivos, veremos que las cosas ocurren en sentido contrario: El estado de cosas allá afuera es producto del estado de cosas en el fuero interno de cada uno de nosotros, y seguidamente en nuestro hogar. La violencia surge en un momento de frustración, cuando el sujeto no encuentra los elementos necesarios para encauzar su cansancio o su inconformidad. Se presenta como una explosión en una persona que probablemente no aprendió modos más civilizados y satisfactorios para expresar su parecer frente a situaciones que le provocan contrariedad.

Hace un par de semanas en una tienda de autoservicio me encontré próxima a una familia compuesta por padre, madre y dos hijos. La niña de tres o cuatro, y el niño de brazos. La niña toma entre sus manos algo y pretende echarlo al carrito; la madre la reprende. La niña insiste, y la madre la reprende con más firmeza. Viendo su acción frustrada, la chiquilla le dice a la madre: ?¡Tú cállate la bocota, pen...!?. Acto seguido interviene el padre para reprenderla con más severidad, la niña llora, el bebé se asusta... dos pasillos después, la escena parece repetirse exactamente igual que la primera vez.

Ahora bien, no creo que la niña haya improvisado esta frase con su propio vocabulario. No a los tres o cuatro años. Pensar que lo copió de la televisión es muy cómodo, pero tampoco satisface. En lo particular tuve la impresión de que es una frase que la niña ha escuchado dentro del hogar, dirigida a la madre, y no propiamente de boca del niño de brazos, el cual si acaso sabría balbucear. El hecho de que a dos pasillos de distancia la escena pareciera repetirse, me llevó a suponer que de alguna manera la niña asocia esta frase con el enojo. Por su parte la madre se miraba moderadamente alterada, o sea que de alguna manera parecía acostumbrada a ser citada en estos términos.

Un gran mal de nuestros últimos años se llama ?falta de autoridad?. Recibe la investidura de autoridad formal una persona que no tiene una autoridad moral para detentarla. Y podemos citar ejemplos desde los más encumbrados hasta el ?changarro? a la vuelta de la esquina, o la familia descrita. La frustración en uno y otro sentido ?entre jefe y subordinados- fácilmente derivará en violencia, como sucede con creciente frecuencia en nuestras ciudades.

El barómetro para medir la presión social debiera colocarse en el seno del hogar y no fuera de éste, para comenzar a componer los males sociales de los tiempos que estamos viviendo. Es hora de sopesar una palabra que pronunciamos dentro de casa antes de dejarla salir de nuestros labios, máxime si ello se da en un momento de enojo y en presencia de los hijos. Escupir; rasgar; disparar; atacar. son actitudes irreflexivas pero que mucho dañan; rayan en actos reflejos, pero igual pueden matar el cuerpo o el espíritu.

Hora de comenzar a utilizar las palabras para amarnos; para crecer y trascender en modos buenos a través de los hijos. Antes de acabarnos unos a otros, en absurdos arranques de violencia citadina.

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