La vida es un evento misterioso. Desde sus orígenes, cuando inicia fundiendo en uno solo dos espacios individuales, hasta el final, durante el preciso instante cuando la energía se desprende de la materia y el cuerpo físico rinde tributo a la tierra. Lo que sucede entre aquellos dos momentos constituye una cadena de eventos que comprenden desarrollo individual, interacción con el mundo, y finalmente de esta manera, el ser humano va escribiendo su historia propia y personal.
Hechos como respirar, sentir la forma en que el corazón late incansablemente... hechos que para la ciencia son fortuitos, y para el que cree constituyen -cada uno- parte de un plan divino.
Hijos, ahora que se encuentran en plena adolescencia, los miro y puedo ver en cada uno de ustedes un proyecto próximo de adulto, con gustos, sueños y planes propios. Miro hacia atrás y me sorprende darme cuenta de la forma como los años han pasado. Los veo frente a mí como individuos que planean su futuro con madurez y realismo.
Aquellas primeras sensaciones de tenerlos en mis brazos y asimilar el hecho absoluto de que dependían para su sobrevivencia totalmente de sus padres, han quedado en el baúl de los recuerdos. Hoy podemos sentarnos a comentar, compartir y debatir puntos de vista, en condición de iguales.
Los observo foguearse en la toma de decisiones, aprender del ensayo-error, y entiendo que ya no puedo imponerme por el simple hecho de ser autoridad, sino que ustedes esperan una explicación racional para mi proceder, lo que considero está apegado a la justicia. Sin embargo todavía habrá momentos en que yo tome una decisión posiblemente contraria a sus deseos, y me vean sostenerme en la misma, aún cuando a ustedes parezca que las cosas podrían hacerse de otra manera. Hay elementos que una madre posee, y que no los va dando más que el tiempo y la inspiración divina. Porque han de saber que el Señor cuida de ustedes a través de una intuición muy particular nuestra, a la cual es sensato atender. Además de que no en vano los años pasan, y habrá situaciones de riesgo potencial, que nosotros vemos y ustedes por su inexperiencia no alcanzan a abarcar. En momentos como ése, posiblemente nos negaremos terminantemente a otorgar un permiso, sin conseguir darles una explicación que les satisfaga cabalmente, pero créanme, ser padre implica velar por la seguridad de nuestros hijos, aún cuando ello llegue a generar contrariedad en ustedes.
Hay mucho tiempo para compartir armónicamente y para ser un poco los cómplices de sus pequeños secretos... Pero habrá tiempo para imponer las reglas sin excepción.
Atesoraré junto con tantos otros recuerdos bellos sus sonrisas, sus sonoras carcajadas, y esa alegría que dulcifica el momento que parece tan difícil. Y borraré esas muecas de disgusto cuando mi decisión provoque en ustedes enojo o ira.
Procuraré hacer más y hablar menos, para infundirles valores a través del ejemplo. Que no encuentren en mí dobleces sino sencillo interés por mostrarles la vida como es, y dotarlos de las herramientas que tengo a mi alcance para salir adelante en distintas situaciones.
Quiero ser puerto de despegue, y no de llegada. Que estos primeros intentos por desplegar las alas y volar lejos del nido, consigan finalmente hacerlos elevar el vuelo, cuando sea el momento para hacerlo.
No esperen que yo aliente o premie actitudes de engaño ante la autoridad, con ello estaría haciendo un mal permanente en sus conciencias. Prefiero que lleguen con una baja calificación y su mejor esfuerzo, que con una calificación de excelencia que no se ganaron a pulso.
...Aplaudiré el proceder del maestro que actúe con firmeza, rectitud y justicia, sin prestarse a disciplinas blandas, que no marquen para ustedes un marco de referencia. Porque la vida allá afuera es dura, y es nuestro deber como adultos mandarlos debidamente preparados para enfrentarla sin riesgos.
Hoy los miro durmiendo como cuando eran pequeños, en esos instantes puedo hacerlo a mis anchas, tratando de adivinar la causa de cada suspiro, y capturar en el aire los sueños que han ido albergando en sus jóvenes mentes. Doy gracias a Dios por haber sido bendecida a través de su presencia a mi lado, y le pido que nunca se olviden de invocarlo al iniciar el día, y dar gracias al cielo al término del mismo. Que yo haré lo mismo, mientras tenga vida en el cuerpo.