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Contraluz / ¿De qué se trata?

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

Precisamente en este día inicia en nuestro país una tríada de días cuyos significados se entremezclan en una transculturación inevitable que se ha dado mucho antes de la globalización, y que el comercio organizado ha sabido aprovechar a satisfacción.

Halloween, cuyos orígenes célticos muy pocos identificarían a estas alturas, entremezclado con la fiesta cristiana de Todos los Santos, y la de Los Fieles Difuntos, cuyo núcleo primigenio radica en la religión católica, pero que en nuestro suelo se ve rodeada por un halo pagano que a la vez la ahonda como la hermosea. Baste echar un vistazo a Mixquitic en el Estado de México, o a Janitzio en Michoacán, para encontrar una belleza indescriptible en los festejos en los cuales se amalgama el sentir cristiano con el dolor humano que se exalta y sublima.

En las tres celebraciones una cosa queda en claro: El fin último es tratar de establecer contacto con las almas de quienes se han ido antes. Se lleva a cabo a través de muy diversos medios; de alguna manera se deja entrever la fe religiosa en el núcleo de dichas festividades, y de otra forma se invocan espíritus del mal, en ese contexto de celebración por la muerte.

Sin embargo lo que llega a los niños viene a ser algo muy deformado: Ellos solicitan dulces con unos barbarismos lingüísticos de ?triki-triki?, pero ninguno de ellos llega a entender el trasfondo cultural detrás del evento que ellos en su percepción elemental entienden como brujas, calabazas, algún vampiro despistado; películas de terror, gatos negros, y una que otra broma.

La fiesta de Halloween, inicialmente surge dentro de las festividades irlandesas, con un origen contradictorio. Corresponde a una de las cuatro fechas anuales en relación con el paso de estaciones, correspondiendo la entrada del otoño al momento cuando el velo entre vivos y muertos es más delgado, de manera que logra traspasarse mediante rituales e invocaciones especiales. Dado que se cuenta con el apoyo de los espíritus, es permitido llevar a cabo daños en propiedad ajena, en el entendido de que las almas invocadas habrán de proteger a los autores de todo mal. En parte por ello surge lo de ?trick or treat? (truco o trato), que finalmente se deforma al ?triki-triki? actual. El sentido de dar dulces a los niños, era para aligerar las almas de los donantes frente a las fuerzas del mal, que viene a ser un equivalente de las ?calaveritas? del Estado de México, donde se piden caramelos invocando las almas de los que ya partieron.

Las festividades de noviembre representan parte de la cultura mestiza de nuestro país. De alguna manera, como en tantas otras celebraciones religiosas, se aplica el pensamiento mágico del mexicano. Por ello mismo los pueblos prehispánicos hacían alusión a dicho elemento cultural, además de que los primeros misioneros españoles supieron valerse de dicho elemento tan propio de los pueblos autóctonos, para hacerles más asimilable con sus propios elementos la religión católica. Como muestra de ello, podremos recordar que el origen de las posadas y de la piñata fue precisamente este mecanismo de apelar al sentido mágico de los pueblos prehispánicos para llevarlos a comprender, en este caso, el milagro de la Natividad del Salvador.

¿Por qué celebrar el Halloween, o por qué no hacerlo? Ciertamente los niños de la mitad norte de la República Mexicana han sido sujetos de la aculturación proveniente de los Estados Unidos. Es difícil decirle a un niño de cinco años que él no va a salir a pedir dulces, cuando todos sus vecinitos van a hacerlo. O que él se abstendrá de participar en la fiesta de la escuela, por aquello de los elementos satánicos que puedan existir detrás de la fiesta. Una respuesta sensata sería: ?No vamos a celebrar una festividad que no tiene que ver con nuestras raíces culturales?, y llevarlo a esperar un par de días para celebrar el Día de los Fieles Difuntos. En este sentido van encaminados los esfuerzos de la SEP.

Quizás haya quien opine que los días uno y dos de noviembre también atentan contra las creencias cristianas, al invocar las almas de los difuntos que, según las enseñanzas cristianas, están en el más allá y no tienen nada qué hacer acá. Sin embargo si enseñamos el sentido de la fiesta como un honrar la memoria de los que se nos adelantaron, expondremos al sentido cultural de la festividad.

Se trata, entonces, de profundizar en las raíces de nuestra cultura; de entender la belleza con que nuestro pueblo sabe revestir hasta la mismísima muerte, y de sentirnos afortunados de vivir en un país rico en patrimonios culturales.

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