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Contraluz / El meollo del asunto

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

Esta semana tuve oportunidad de asistir a la inauguración de una exposición sobre Filatelia. Organizada de manera didáctica, a través del recorrido el asistente va enterándose respecto al primer timbre postal, la razón de su creación, así como los tipos de colecciones de timbres postales que existen. Lo que son timbres de primera emisión, así como las partes que componen un timbre.

Reflexionando por un momento podremos entender que objetos como éste se van convirtiendo en piezas de museo, con el avance en las comunicaciones. Al finalizar el segundo milenio acabó la tradición centenaria de la carta o misiva y el encanto que conlleva. Hoy en día existen muchos y muy variados medios de comunicación que ganan al correo con respecto a velocidad y accesibilidad. Aunque el género epistolar nunca podrá ser suplido en profundidad y extensión por los medios actuales.

Por poner un ejemplo, de los correos electrónicos que un ciudadano promedio recibe, posiblemente la tercera parte contengan un mensaje personalizado de alguien quien desea comunicarse por este medio. Otra tercera parte son reenvíos; esto es, me llega un mensaje con un texto o gráficos atractivos, lo paso más delante y se acabó. Y la otra tercera parte han de ser correos de corte comercial no solicitados.

Yo me preguntaría hasta dónde se percibe aquel sentimiento personalísimo de una misiva en la pantalla del monitor cuando leemos un correo. Carente de las variaciones del pulso que nos da la letra escrita, el mensaje se torna un texto bastante impersonal. Difícilmente podemos entablar un contacto directo con el remitente como haríamos a través de la tinta y del papel.

Otra cuestión muy común con respecto a los medios electrónicos, es lo que en personal podría denominar el crecimiento explosivo de ?ciberanalfabetas?. Llamaríamos con este apelativo a un sinfín de personajes que toman de la red información que ni siquiera han leído y mucho menos entendido. Y hasta posiblemente se adjudiquen la paternidad de dicha información, en un modo de piratería inocente pero real.

Lo clásico: El chico de secundaria al cual le encargan un trabajo acerca de los Fenicios. Se conecta a Internet, mediante el buscador localiza páginas electrónicas que hablen sobre el tema; las ordena por prioridades. Abre una o dos; hace una lectura rápida de títulos y subtítulos. Echa un vistazo ?a ojo de pájaro? de los gráficos. Mediante un clic selecciona, copia y pega la información en un documento propio. Teclea en dos minutos sus datos personales, lo imprime y listo. El chico tiene un trabajo perfectamente bien presentado sobre los Fenicios, de los cuales no tiene la menor idea, puesto que no ha leído nada aparte de los encabezados...

Se acabaron aquellos tiempos de echarse un clavado dentro de una enciclopedia; leer, entender la información; analizar, sintetizar y resumir. Posteriormente comenzar a copiar con letra legible y sin faltas de ortografía nuestro propio borrador en una hoja en blanco y de ser posible ilustrarlo mediante un dibujo copiado, calcado, o probablemente recortado de alguna lámina alusiva al tema, exaltando en ello nuestra creatividad.

Hace algunos días una maestra llamó la atención a un grupo de estudiantes por la presentación de sus trabajos, textualmente ?porque usaron carpetas muy corrientes para entregarlos?. Me dejó estupefacta darme cuenta de que lo que parecía importar era el costo del envoltorio y no el contenido del mismo. Lo que va acorde con la moda actual de pastillas, fajas y brebajes para mejorar las apariencias: Quitar kilos; moldear partes del cuerpo; eliminar acné; cambiar el cabello al contrario absoluto: El lacio hacerlo rizado; el chino alisarlo; el rubio hacerlo rojo; el blanco negro, el corto largo y así sucesivamente. Todo ello rápidamente, sin mover un dedo después de pagar la factura de cientos a miles de pesos por la compra y con resultados garantizados para ser una supermodelo o un galanazo de primera en tres días.

Los tiempos cambian; las comunicaciones avanzan. El hombre va a la par, pero no permitamos que deje éste su podio de director de orquesta. Que no pierda su corazón y su esencia en medio del camino.

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