Los fenómenos alrededor del mundo suelen ser cíclicos, surgen, se apagan y resurgen a través del tiempo. Dentro de las salas de pediatría estamos viendo con singular preocupación la forma en que se han disparado las enfermedades gastrointestinales por rotavirus.
Todo virus está formado por cadenas de aminoácidos, mismos que modifican totalmente su comportamiento mediante una variación química mínima. De este modo el rotavirus actual es mucho más agresivo que en años previos.
Valga el ejemplo anterior para hablar de un tópico totalmente distinto: De alguna forma los fenómenos que tienen que ver con el amor han mutado -como virus- y presentan características muy agresivas en la actualidad.
Podríamos dar una repasada de los principales problemas sociales que nos afectan como raza humana, y encontrar que en el origen de los mismos, de una u otra forma, participa este rotavirus social llamado ?miedo al amor?.
El ser humano sobrevive por sus condiciones orgánicas y fisiológicas innatas; pervive por el corazón.
De alguna manera nosotros los humanos hemos entrado en un remolino de sensaciones y destellos de pensamiento que nos viene conduciendo hacia la sensualidad; el sexo irracional y la agresión verbal, como un placebo insano de nuestra necesidad de amar y ser amados.
Vemos cónyuges que buscan nuevas emociones de pareja más allá de su compañero o compañera. Conocemos de adolescentes que se dejan llevar hasta extremos graves en el despertar sexual. Observamos el modo de cómo ciertas personas se empeñan en opacar la felicidad de otras mediante la palabra ociosa, con singular goce mórbido en calumniar y hacer zozobrar una relación de pareja.
El matrimonio pasa por una etapa crítica: Quizás inició como una relación donde lo inmediato nubla la vista a lo mediato; donde las sensaciones privan sobre los sentimientos; donde la atracción de uno por el otro impide entender que se está hablando de un compromiso vital, a donde se va a invertir lo que somos, lo que pensamos y lo que tenemos. No es una relación que se bota a la primera dificultad. No es un pacto entre dos egoísmos, ni es una lucha de poder.
Hora de revisar los puntos clave: Iniciar la relación de pareja con seriedad para comprometerse, con el deseo de darse uno al otro plenamente. Dispuestos a permanecer juntos cuando las cosas son benignas, e igual en tiempos difíciles. Afianzar la unión en un ?nosotros? inamovible, que descarte toda posibilidad de desembocar en un duelo de egoísmos destructor que mina, resquebraja, despule y finalmente derruye la plenitud inicial.
La pareja necesita refrescarse y revigorizarse, como cualquier elemento vivo de la naturaleza. Cuántas veces, sin embargo, la rutina, el tedio, el cansancio o la indiferencia van haciendo que se pierdan esos espacios de renovación. Dolorosamente va dejándose para un después cada vez más lejano lo que debiera ser prioridad de saneamiento y trascendencia de la relación.
Elementos tras los cuales escudar la molicie o la indiferencia hay muchos: Los hijos, el trabajo, la televisión. Sea cual fuere, el resultado final comienza a verse pronto. Surge la intolerancia, el rencor, el reclamo; surgen los ?¿por qué tú?? contra los ?porque me da mi gana?; las palabras se van electrizando con sentimientos negativos, y comienzan a lanzarse como dardos en uno y otro sentido.
Cegados por la ira todo parece justificado, inclusive llevarse de por medio a los hijos. Es lamentable ver la forma en que una pareja que juró amarse ahora se agreda verbal o físicamente. Más doloroso aún, saber que el daño a los hijos los marcará para toda la vida.
Miedo al amor, a Dios, al compromiso. Miedo a dar hasta que duela; miedo a creer con profunda fe. Miedo a sentir más allá de la piel. Pero sobre todo, miedo a entender que el único camino cierto en éste nuestro mundo, es el del corazón.