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Contraluz / Operación mochila: ¿Real o ficticia?

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

Los acontecimientos trágicos en todo el orbe no se hacen esperar; día con día tememos lo que pueda haber sucedido en alguna parte del mundo, particularmente en contra de las jóvenes generaciones. Los eventos en Irak no dejan de doler; niños de brazos abatidos por misiles enviados desde la distancia, irrumpiendo en medio de una festividad local a donde concurrían las familias. Dentro de nuestro continente, el Cono Sur se enluta por la agresión del joven argentino que baleó a varios de sus compañeros, al parecer obnubilado por alguna idea morbosa, de suerte que ahora dice no recordar lo sucedido?

Pese a las grandes carencias que tiene nuestro país, y de los brotes aislados de insurgencia que se han dado en estados del centro y sur, podemos afirmar que al menos hasta el momento, se vive un ambiente de paz. De alguna manera con los acontecimientos de Irak nos sentimos menos identificados, pero lo sucedido en Argentina resulta de primera intención factible de suceder en cualquiera de nuestros centros educativos urbanos de nivel medio.

Los fenómenos que se presentan en la adolescencia son toda una red compleja de cambios. En el aspecto físico acontecen las descargas hormonales, el cambio de esquema corporal, y las modificaciones en la percepción del propio ser en el contexto social, a través de una sexualidad que toca muy diversos aspectos en la vida del joven.

En esta etapa crítica viene la identidad última del individuo, la que él mismo adopta, más allá del sexo de asignación y de las expectativas del medio hacia su persona. La forma como el chico se siente; la incongruencia entre lo que proyecta y espera que otros capten; el lenguaje encriptado que él espera que el mundo traduzca con exactitud? Eventos que igual se han dado en generaciones anteriores, sin embargo ahora adoptan matices trágicos por circunstancias que en otros tiempos no existían.

La familia urbana actual generalmente es nuclear, formada por uno o dos padres; habitualmente trabajan fuera de casa, dejando a los chicos con poco o ningún marco referencial en su ausencia. Regresan a casa cargando un sentimiento de culpabilidad, que los vuelve vulnerables ante el chico; éste sabe aprovechar la ocasión para chantajearlos a su favor. Ello lo vuelve un manipulador del medio, y este mismo comportamiento esperará que le funcione fuera de casa. En la escuela verá la manera de actuar de igual modo, y curiosamente muchos maestros caen en el juego; podrá ser falta de preparación en el área de la Pedagogía; podrá ser su propia necesidad de ser aceptado por los alumnos, pero en no pocas ocasiones el maestro incurre en similares actitudes complacientes, ?como quien no ve? aquello en lo que el alumno incurre, haciendo con ello un flaco favor para su vida futura.

Ahora bien, si ponemos este chico inadaptado, en un sitio donde fácilmente tiene acceso a elementos potencialmente dañinos, es muy posible que haga uso de ellos. Armas blancas; armas de fuego; psicotrópicos? aquello que entre sus pares le da una connotación de privilegio, y que en un momento dado, con la irreflexividad propia de su edad, podrá terminar en tragedia.

El chico por su propia edad se torna cuestionador, retador, y desafía reglas y normas; es parte de su propia definición como ser humano, y es sana en la medida en que no se torne un elemento de riesgo para sí mismo, o para quienes le rodean.

Las operaciones ?mochila? distan mucho de ser consistentes y efectivas. En su concepto original deberían llevarse a cabo en la entrada de los centros educativos, y por los propios padres de familia. En general las revisiones se han vuelto una caricatura de lo que deberían ser, y los resultados son pobres. Los chicos siguen introduciendo todo lo prohibido, en un afán de desafiar a la autoridad.

No queremos saber que en nuestras escuelas públicas o particulares surja un evento como en Argentina. ¿Por qué no proponer por parte de las Sociedades de Padres de Familia una vigilancia más estrecha de los chicos, y operaciones ?mochila? diarias, con roles obligatorios por parte de los propios padres? En ocasiones sentimos que con cumplir con la cuota anual es suficiente, pero en verdad que si valoramos los riesgos potenciales de nuestros jóvenes, comprenderemos que las acciones deben reencaminarse, y no por parte de unos pocos, sino de todos. Antes de que lo lamentemos en donde más duele.

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