Comienza un nuevo año: Por un momento volvemos la vista atrás y nos preguntamos cómo es que pasaron los últimos doce meses de una forma tan veloz; pareciera que el tiempo es un trompo que gira a velocidades progresivamente mayores, de suerte que los días rinden menos, y muchas tareas programadas se quedan pendientes de realizar.
Henos -sin embargo- en el umbral de un nuevo año, con expectativas, propósitos, y una agenda a cubrir cada día de este período. No pocas veces nos gana la angustia al sentir que no avanzamos en la medida en que quisiéramos, y que las horas se nos van escapando de entre las manos irremediablemente.
Vienen ahora a mi mente los doce pasos de los programas de rehabilitación de adicciones, particularmente aquello de ?vivir un día a la vez?. Regla de oro aplicable tanto para el cumplimiento de metas como para la superación de problemas, y que evita que nos sumerjamos en una vorágine de terrible ansiedad.
A todos nos ha tocado enfrentar dificultades mayúsculas, llámense de salud, económicas o de armonía familiar. De entrada cuando nos medimos frente al problema, sentimos que éste se nos va a venir encima y aplastarnos. Sin embargo si comenzamos a buscar el modo de resolverlo localizando el extremo de la gran madeja, de alguna manera esa carga de angustia inicial se diluye, y podemos manejarlo. Como dice la sabiduría popular: ?Lo único que no tiene remedio en esta vida es la muerte?.
Hace un momento retornábamos a casa mi hijo y yo; poco antes de entrar a ésta mi hijo me hace una observación, luego de lo cual nos quedamos ambos mirando al suelo por un buen rato. A nuestros pies desfilaba una hilera de hormigas, cada cual llevando una carga proporcional a su tamaño; la primera llevaba encima un pedazo de hoja seca que en mucho superaba la altura del insecto; la segunda y la tercera, de menor tamaño, llevaban a cuestas un pedazo de hoja verde menos grande, cada cual.
No dejamos de sorprendernos mientras calculábamos el peso que podría tener la carga para cada una de ellas, cuando un vientecillo invernal se dejó sentir sobre las afanosas hormigas. La primera, cuya carga tenía más altura, fue la que más tuvo que combatir dicho viento. Detuvo su paso y sujetó su carga con mayor firmeza, hasta que la corriente hubo pasado; algo similar hicieron las dos hormigas de atrás, aunque siendo menor su carga, la lucha no fue tan intensa.
Ello me llevó a hacer un parangón entre la actitud de las hormigas, que no por instintiva deja de ser sabia, y la que los humanos tantas veces tomamos en momentos de crisis. Quizás cuando algún elemento contrario arredra nuestro paso, lejos de asir firmemente nuestra fe, nuestros principios y nuestros propósitos, simplemente soltamos la carga y la vemos ir a la deriva, hasta hacerse trizas.
Cuántas veces no nos tienta el desánimo y nos lleva a considerar evadir un problema, desde el más pequeño hasta el más grave sin tomar en cuenta el impacto negativo que producirá en quienes amamos, o la forma en que afectará nuestra vida para siempre. Mucho parece ser lo que debemos aprender de la Naturaleza, aunque en la angustia vital dentro de la cual vivimos, parece que el tiempo para llevar a cabo estas reflexiones se diluye, y del mismo modo se pierden las horas, los días y los meses.
Un día a la vez: En la consecución de los más altos propósitos, emprendiendo un pequeño avance hoy, y otro mañana, sin querer acabarnos el propósito de un solo bocado.
Un día a la vez: Frente a un problema que parece sofocante, ir desmenuzando una a una sus fibras, hasta disolver su efecto potencialmente dañino.
Un día a la vez: Recordar cada mañana cuan afortunados somos por contar con una familia que nos ama y con amigos a través de los cuales el Señor se manifiesta.
Un día a la vez: Obsequiarnos un momento de reflexión personal a lo largo de la jornada, para no perder de vista lo que somos.
Un día a la vez: Hagamos de hoy algo especial, que vuelva estas veinticuatro horas un espacio único de crecimiento personal, que marque una diferencia para el mundo.