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Contraluz / Vanidades y victoria

Dra. Ma. Del Carmen Maqueo Garza

Uno de los grandes problemas que enfrenta la sociedad actual parte del uso de la palabra vana. Desde los discursos de los grandes políticos, hasta el vecino de al lado que promete regresarnos en quince minutos aquello que le prestamos y perdió hace mucho. Sobre nuestras cabezas se va tejiendo una inmensa red de palabras vanas que de una u otra manera debilitan la conciencia de los pueblos y merman los ánimos.

Iniciamos con el espectacular agudo contraste entre la palabrería de campaña de tantos políticos contra la cruda realidad de su ejercicio gubernamental. Otro uso es racionalizar acciones agresivas al revestirlas de paternalismo: El gobierno de una nación poderosa decide que el modo de gobernar de otra es erróneo, y arremete contra ella para salvarla de sus pecados, de acuerdo a su propio evangelio.

Nuestro país, rico en sabiduría popular, dice que ?prometer no empobrece?, de suerte que frente al amigo, al compañero, o al acreedor, hacemos alarde de todas nuestras facultades histriónicas para armar una historia desgarradora que justifique nuestro incumplimiento.

Otro modo que en lo particular me provoca sentimientos encontrados, es la palabra vana que utiliza el hombre para engañar a la mujer y obtener de ella satisfacción sexual. El lobo vestido con piel de oveja frente a la chica, habitualmente varios años menor que él, a la que promete la luna y las estrellas por simple genitalismo. Una vez conseguido lo que quiere, tenemos desde el que va emprendiendo graciosa retirada poco a poco, hasta el que fríamente se marcha a la mañana siguiente, para no volver la vista atrás.

Como mujer lo anterior me genera malestar. Por una parte el tipo que conoce y manipula la psicología de la mujer. Por el otro la chica demasiado ingenua, o que se engaña a sí misma y ve sólo aquello que quiere ver. Sin embargo, por uno u otro camino queda varada en una encrucijada dolorosa, sumida en completa soledad, y posiblemente enfrentando un embarazo no planeado como madre soltera.

Otros usos que se da a la palabra vana radican en el chisme, en el cual muchos somos expertos. Nos deleita sobremanera escuchar aquella verdad a medias que alguien nos platica con suspicacia. Y ni tardos ni perezosos corremos a contarla más delante, también a medias, pero haciendo uso de nuestra particular creatividad para recomponer, agregar o agravar la situación que recién escuchamos. El chisme es como el mole para el mexicano: tentador, sabroso y picoso. Antiguamente se atribuía al sexo femenino, pero luego de los cambios estructurales en la sociedad de finales del siglo veinte, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que algunos de los especímenes más destacados en este quehacer oral, corresponden al género masculino.

Está el crédito a la palabra ?en este caso a la palabra vana- que a muchos provoca verdaderas jaquecas: Ese individuo al cual se le muere dieciocho veces la suegra; o al que asaltan y roban su cartera cada quincena? Ése que promete con lágrimas en los ojos: ?yo mañana lo busco para pagar todo?, cuando por dentro hace escarnio del acreedor.

Si analizamos veinticuatro horas en nuestra propia vida, a menos que seamos unos santos, podremos darnos cuenta de que de alguna manera utilizamos la palabra vana. Comenzando por ése qué bien te ves, a la amiga que luce pésimamente mal, hasta el decir que claro, que pronto nos vemos, siendo que no tenemos la menor intención de encontrarnos con tal o cual persona. Sin faltar las grandes mentiras que se dicen ya sin discriminar siquiera en nuestro contexto personal de verbos. Llegando al punto en que ya no sabemos lo que dijimos, o cómo lo dijimos, o a quién le dijimos qué.

Guadalupe Victoria ha sido en lo personal uno de los grandes héroes de la patria. Y hay que decirlo ahora, cuando la historia está por entrar a quirófano a sufrir grandes amputaciones oficiales? No podríamos adelantar cuál será la versión oficial de nuestros orígenes, aunque de hecho ya nos vaciaron la sangre indígena de entrada. Posiblemente Victoria y un puñado de héroes auténticos desaparezcan de las páginas de los textos de secundaria, simplemente porque no están a la altura del pensar de los genios de hoy? Aquello de: ?Va mi espada en prenda; voy por ella?, habla de un gran señor que sí empeñaba su palabra hasta el punto de dar la vida por ella (he ahí una buena razón para que nos lo amputen). Hay que recordarlo ahora que la palabra parece formar parte de los artículos de consumo que se compran en una esquina y se tiran en la siguiente.

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