Vivir es oscilar entre dos polos contrarios; ir y venir incansablemente, a partir del momento en que nuestro corazón empezó a latir, para no dejar de hacerlo vigorosamente mientras haya salud en aquel cuerpo que empezaba la larga carrera de albergar un alma y trascender.
Viene a mi mente este concepto durante unos tiempos cuando me parece que la fuerza de atracción hacia uno de los polos quisiera ganarle a su contraparte, y el ser humano debe tomar plena conciencia de su flujo y reflujo, para no extraviarse. En ratos parece que el mal extiende sus tentáculos como un viento negro.
Cualquier medio informativo da cuenta de hechos que tiempo atrás se confinaban a los libros de salud mental; recuerdo como siendo niña ejercía en mí cierta rara fascinación un libro que hablaba de la mente y daba cuenta de las diversas enfermedades, que eran vistas como tabú o condición demoníaca. Los textos se acompañaban de fotografías de pacientes cuyo aspecto exterior habrá sido copiado por directores de diversas películas de terror. La mirada torva; la expresión bizarra; la actitud de las manos denotando una carga importante de agresividad...
Hoy en día nos topamos con individuos quienes lucen ?de lo más normales?, y resulta que son autores de hechos delictivos de muy diverso orden. El chico con cara de ángel que lleva dentro de sí una tendencia a manipular y descomponer a quienes le rodean, haciendo uso de un liderazgo nato encaminado hacia el lado oscuro. Con esa tendencia que nos han fomentado los medios visuales, de asociar lo bello con lo bueno, resulta de entrada inconcebible que un aspecto tan lleno de atributos pueda tener algo que ver con la maldad.
Hay tres terribles tendencias que están apoderándose de la voluntad del ser humano: Por una parte está el materialismo y su subsidiario el consumismo, que han llevado a la persona a la ambición desmedida, dejando de lado lo que es el respeto por los demás, tornando justificable todo aquello que lleve a poseer.
La segunda tendencia es el hedonismo; de alguna manera el sistema nos ha llevado a procurar el placer por encima de toda contención, y lo inmediato sustituye el valor intrínseco de lo mediato. El placer por el placer domina, se pierden los límites, y la persona se vuelve capaz de emprender cualquier cosa que lo produzca, sin pararse acaso a considerar las consecuencias de sus actos.
La tercera tendencia fatal es el despotismo. Desde el individuo que va en su carro y viola los derechos de los otros conductores o transeúntes en su loca carrera, hasta el empresario, prestador de servicios o maestro que actúa de una forma despótica frente a quienes necesitan de él. Pasando por un sinfín de actitudes con las que nos topamos a lo largo del día.
De estos tres ?ismos? derivan un sinfín de actitudes que vuelven nuestro mundo poco grato. El hecho de buscar lo inmediato, de no invertir mayor tiempo en esforzarnos, da lugar a tiempos muertos que propician las murmuraciones, el ?corre, ve y dile? en un sentido y otro, que tanto daña a nuestros grupos sociales. La palabra se torna de herramienta en arma, y nos valemos de ella para dañar, romper o fastidiar.
Vienen a mi mente muchas escenas cotidianas en las cuales predominan los elementos arriba mencionados. Y junto con ellos surge una cohorte interminable de justificaciones que hacen aparecer las grandes agresiones como nimiedades. Echarse una canita al aire es una simpleza; cometer fraude en la empresa se presenta como una maniobra diestra; actuar deliberadamente en contra de los intereses del compañero de trabajo es una bobera que el afectado no debe tomar en cuenta. O dañar la persona o las pertenencias del vecino se justifica con un ?no me fijé?. Utilizar la palabra ociosa para comunicar hechos privados a terceros; para distorsionar la verdad, o para sacar beneficio propio, resulta tan divertido como un partido de ping-pong.
Un viento negro sopla sobre el mundo. Hora de encender los faros y mantener la mirada alerta, para no perder el rumbo de la nave.
